Antonio Peña Díaz, precursor de la investigación bioquímica en México
Por Carmen Báez
México, DF. 17 de septiembre de 2015 (Agencia Informativa Conacyt). En la localidad minera de Metates, en el municipio de Canelas, Durango, en una casita pequeña rodeada de grandes montañas, nació el 14 de febrero de 1936 el científico mexicano Antonio Peña Díaz, quien junto a investigadores como Armando Gómez Puyou, entre otros, es considerado precursor de la investigación bioquímica en México.
Entre sus contribuciones en el campo de la ciencia destaca la creación del Centro de Investigaciones en Fisiología Celular, hoy Instituto de Fisiología Celular (IFC), uno de los 22 institutos de investigación científica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Debido a sus notables aportaciones, en 2003 fue merecedor del Premio Carlos J. Finlay de Microbiología, reconocimiento que otorgó hasta 2005 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés).
En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, el investigador emérito del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) expone las motivaciones que lo impulsaron al estudio de la Bioquímica, los principales aportes al campo de la investigación científica y las satisfacciones que le ha dejado su trayectoria profesional.
Primeros años, una mina de recuerdos
Entre montañas y barrancas, el doctor Peña Díaz vivió una infancia poco común. Su padre, Antonio Peña Machado, heredó del abuelo el gusto por la minería, por lo que iba junto con su esposa, Elvira Díaz, de un lado para otro; así sus cuatro hijos varones nacieron en minas diferentes. La señora Elvira le enseñó a leer y a escribir, mientras que su progenitor le inspiró el sentido de la curiosidad.
“Mi abuelo tenía ilusión por las minas, así que mi papá aprendió a hablar inglés y luego aprendió ingeniería de minas, le llevó muchos años obtener su título por correspondencia. Era muy hábil, de alguna manera nos inculcó la curiosidad de ver cómo funcionaban las cosas”, recuerda.
Con modestia, comenta que durante su infancia no tenía idea alguna de lo que deseaba estudiar; sin embargo, gracias a los maestros que tuvo durante sus primeros años de preparación básica, que cursó en la ciudad de Durango, realizó sus primeros acercamientos a la ciencia.
“En la preparatoria tuve un excelente maestro de Química y me entusiasmó mucho. A su vez, también tuve una excelente relación con mi profesor de Biología, quien nos daba las llaves de un laboratorio que prácticamente no se usaba; nos dejaba jugar con el microscopio e íbamos de exploración a las afueras de la ciudad para ver qué bichos encontrábamos”, rememora.
Una vez terminada la preparatoria, Peña Díaz viajó a la ciudad de México para continuar con su preparación. Ingresó a la Facultad de Medicina de la UNAM, donde recibió en febrero de 1960 el título de Médico Cirujano, pero nunca ejerció su profesión. “Aunque no era malo en las matemáticas me incliné por las ciencias biológicas y decidí estudiar Medicina, que en aquella época junto a leyes e ingeniería, eran las principales opciones para estudiar”, comenta.
Gracias a su compañero de aulas, Armando Gómez Puyou, el doctor Peña Díaz ingresó al departamento de Bioquímica de esa facultad para trabajar con el doctor José Laguna García, considerado uno de los investigadores más importantes del siglo XX.
Para Peña Díaz, el doctor José Laguna jugó un papel importante en su formación, fue quien lo inició en el estudio de la Bioquímica y lo encaminó a la docencia desde muy joven.
“Él tenía amigos en el extranjero y me consiguió una beca de la Organización de los Estados Americanos (OEA) para la Escuela de Medicina Albert Einstein. La verdad es que con la preparación que nos habían dado no hice un mal papel. Una vez que me recibí, me metió a dar clases y me involucró a participar en sus proyectos de investigación. El doctor Laguna tenía la ilusión de formar un grupo de jóvenes investigadores para aumentar la planta de profesores de tiempo completo del departamento. Junto a Guillermo Soberón tuvo la idea de armar un posgrado en Bioquímica, que con muchas dificultades lograron que se abriera en la Facultad de Química. Inició como un 'posgrado pirata' porque no estaba autorizado por el Consejo Universitario. Ahí nos daban algunos cursos para complementar nuestra formación”, recuerda.
Pionero en el análisis del transporte de iones y sus efectos en el metabolismo
Recuerda que entre sus ratos de ocio en la realización de su posgrado, visitaba con frecuencia la biblioteca en busca de un tema de interés. Gracias a un libro que leyó, escogió la levadura como su modelo de estudio.
“El doctor Laguna se sorprendió un poco porque no hacía mucho sentido que en una Facultad de Medicina se estudiara la levadura, pero me dio todas las posibilidades y un espacio pequeño. Observé que el potasio aceleraba la fermentación y respiración de la levadura. Poco a poco esto nos permitió publicar nuestros primeros trabajos sobre los efectos del potasio en la levadura”, comenta.
“Finalmente llegamos a nuestro logro más importante: describir el mecanismo por el que la levadura captura el potasio de un medio. Poco a poco el trabajo se fue difundiendo, pues realmente explicaba el mecanismo de transporte del potasio”, agrega.
El surgimiento de una nueva disciplina en México
Con nostalgia, el doctor Peña Díaz recuerda la época en que junto a grandes personalidades de la ciencia mexicana formó parte de la creación de instalaciones que dieran pie a nuevos descubrimientos científicos.
Alrededor de 1978, comenta, el entonces rector de la UNAM, Guillermo Soberón Acevedo, le pidió que escribiera un proyecto para la formación de un centro de investigación. Así, meses más tarde se anunciaría la formación del Centro de Investigaciones en Fisiología Celular, anexo en su inicio al Instituto de Biología.
“No teníamos edificio, así que empecé a insistir, hasta que en 1983 se aprobó la construcción de un nuevo edificio para el centro. Fui nombrado director desde el principio. Fue una época interesante porque la universidad, en especial durante el rectorado del doctor Soberón, tenía la capacidad para hacer muchas cosas buenas. Luego pasó el tiempo y en 1985 hicimos la propuesta para que el centro se convirtiera en instituto. Ya casi al término del periodo como director, en 1992, me enteré que la UNAM estaba gestionando un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo, logré colarme con una petición para la construcción de otro edificio para el instituto”, explica.
Una vida plena y llena de logros
El investigador emérito continúa realizando investigación sobre el metabolismo de las levaduras. Asimismo, él y su grupo de investigación colaboran con especialistas de la Escuela de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional (IPN) para determinar el comportamiento del Ustilago maydis (huitlacoche). Imparte también clase en la licenciatura de Investigación Biomédica Básica.
Con 79 años, el investigador mexicano no deja de agradecer al doctor José Laguna, quien fuera pieza clave en su formación profesional. Asimismo, se considera feliz por sus logros profesionales y personales. “Me ha ido bien profesionalmente, y quizá antes de eso tengo cuatro hijos y siete nietos que son extraordinarios”, concluye el investigador, quien en su tiempo libre gusta trabajar en su taller de carpintería.
Libros publicadosAdemás de la investigación y la docencia, el doctor Antonio Peña Díaz dedicó tiempo a la divulgación, de esta iniciativa publicó textos que forman parte del proyecto editorial “La ciencia para todos”:• ¿Cómo funciona una célula? Fisiología celular (1995).• Las membranas de las células (1996).• La energía y la vida. Bioenergética (1997). |
Esta obra cuyo autor es Agencia Informativa Conacyt está bajo una licencia de Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative Commons.