Jorge Aceves, la creatividad al servicio de la investigación
Por Armando Bonilla
Ciudad de México. 16 de agosto de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- Luego de dedicar toda una vida al mundo de la investigación científica, el doctor Jorge Aceves Ruiz es considerado hoy en día un prominente investigador mexicano que a sus 87 años de edad sigue activo en una tenaz y apasionada búsqueda de conocimiento que permita revertir los estragos de la enfermedad de Parkinson.
Descubriendo y poniendo a prueba la vocación médica
Enfundado en la típica bata blanca de laboratorio, el doctor Aceves Ruiz recibió a la Agencia Informativa Conacyt en sus oficinas del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN) para contar cómo es que incursionó en el mundo de las ciencias. En un ejercicio de memoria, el doctor recordó su adolescencia en su pueblo natal, Tapachula, Chiapas.
“Yo estudiaba en mi pueblo, en Tapachula, recuerdo que desde muy pequeño me inclinaba por la carrera de medicina. En cierta ocasión, una niña que habitaba en mi casa tuvo una infección en la rodilla y un médico cercano a la familia me invitó para apoyarlo en su atención, me dijo: ‘a ti que te interesa la medicina, me vas a ayudar’”.
Al recordar aquella invitación, el doctor sonríe ligeramente, sonrisa que más adelante se convertiría en una carcajada al relatar que apoyó al doctor, pero que al hacerlo y ver brotar la sangre de la rodilla de la niña, se desmayó. “El doctor me dijo: 'bonito médico vas a ser', yo pensé lo mismo y me dije: 'mejor voy a estudiar ingeniería' y así me dispuse a hacerlo”.
Aún entre risas, contó que al elegir el área en la preparatoria optó por físico-matemáticas para estudiar ingeniería. “Tiempo después, el mismo doctor me mandó llamar para decirme que no cambiara mi decisión, incluso, me dio un consejo y me dijo que durante el primer año en la carrera de medicina, debía sumarme a la Cruz Roja, porque ahí vería sangre por todos lados y me habituaría a verla sin desmayarme”.
Tras contar que esa charla lo reanimó para cursar la carrera de medicina, ya en el segundo año de preparatoria, y tras rumores de que la Preparatoria Nacional dejaría de aceptar a los estudiantes de provincia, él, junto con muchos otros compañeros, se mudó a la Ciudad de México e ingresó a la Preparatoria Nacional. “Aquí cursé mi último año de preparatoria para después ingresar a la Escuela Nacional de Medicina”.
El comienzo del viaje científico
Con un timbre de voz más serio, dijo que una vez en la licenciatura decidió cursar las materias con maestros que tenían fama de ser los mejores. “Así cursé la materia de anatomía con el doctor Rogelio Camacho, a quien se calificaba como un maestro muy estricto, pero cuyo método de enseñanza era memorizarlo todo, fue una pesadilla”, dijo en medio de una sonora carcajada.
Para el segundo año de la carrera, recordó que tuvo un compañero de Coahuila, hoy el doctor Antonio Morales, quien tenía la convicción de convertirse en investigador. "Desde el segundo año de la carrera, él se incorporó como becario al Instituto Nacional de Cardiología, donde yo acudía para ayudarlo en los experimentos que hacía en el corazón de perros callejeros. Así fue como me fui interesando cada vez más en la investigación científica experimental".
Al avanzar en la carrera, se dio cuenta que tenía oportunidad desempeñándose como investigador o como cardiólogo. “Tuve algunas dudas, pero no en torno a mi vocación sino al ejercicio profesional (...) No sabía si ser investigador me daría oportunidad de mantener una familia”. Añadió que al reflexionarlo pensó: “Bueno, si no salgo adelante como científico, me desenvuelvo como cardiólogo”.
Ya en el campo laboral, se incorporó al Instituto Nacional de Cardiología, pero por ese tiempo (1964) el doctor Arturo Rosenblueth echó a andar el Cinvestav, y Rosenblueth, con quien trabajó en cardiología, lo invitó a incorporarse a esta institución, lo que le permitió dedicarse a la investigación experimental de tiempo completo y con sueldo suficiente para cubrir los gastos de la familia.
Sus primeros trabajos de investigación
Al referir sus primeros acercamientos con el mundo de la investigación, recordó que comenzaron con su trabajo de tesis de licenciatura que estuvo dirigida a determinar experimentalmente si era cierta la observación clínica del doctor Ignacio Chávez, quien había visto que la digitoxina era mejor que la ouabaína para disminuir la alta frecuencia de los latidos cardiacos en las arritmias auriculares.
Usando un método ideado por el doctor Rosenblueth para estudiar los efectos de fármacos sobre la transmisión de los impulsos eléctricos a través del sistema de conducción auriculoventricular, demostró que en efecto la digitoxina es más eficaz que la ouabaína para reducir la alta frecuencia porque su efecto es más intenso que el de esta para reducir la conducción de los impulsos de la aurícula a los ventrículos.
"En este mismo proyecto, el doctor Aceves observó que la simpatectomía (eliminación de la acción de los nervios simpáticos) prácticamente eliminaba los efectos de los dos digitálicos. Mientras se mantenía la inervación simpática, los digitálicos tenían efectos muy claros, pero al quitar la inervación simpática, desaparecían los efectos, aun cuando aumentara mucho la concentración de los fármacos”.
Explicó que otro doctor, Carlos Méndez, le sugirió que otro de los mecanismos de la acción de los digitálicos podría ser a través de inhibir la acción del sistema simpático. En esa línea continuó su trabajo que lo llevó a descubrir un nuevo mecanismo de acción de los digitálicos para disminuir la alta frecuencia cardiaca, asociada a las arritmias auriculares, este mecanismo es a través de inhibir la acción simpática.
Ese primer trabajo fue todo un éxito. Los resultados del trabajo fueron incorporados a las referencias bibliográficas de libros de textos de cardiología, lo cual reafirmó, de acuerdo con el propio doctor Aceves Ruiz, su vocación como investigador.
Posteriormente, continuó trabajando sobre la misma línea y en los siguientes proyectos obtuvo resultados importantes también. Así, en un trabajo posterior encontró que la noradrenalina (el neurotransmisor del sistema nervioso simpático) permite la conducción de los impulsos cardiacos a través de abrir canales de calcio, lo que sugirió que el aumento de la contracción cardiaca por la noradrenalina es a través de aumentar la entrada de calcio a las células contráctiles mediante estos canales.
Ese trabajo fue publicado en la revista Nature y se incorporó a la literatura científica para explicar los mecanismos de acción simpática sobre el corazón. Más adelante, a raíz de la visita del doctor Charles Edwards al Cinvestav, Aceves Ruiz se interesó en la fisiología de los llamados epitelios de transporte (como los de los túbulos del riñón).
Jorge Aceves Ruiz |
En ese contexto, explicó que el doctor Edwards usaba la piel de la rana como modelo experimental. Los anfibios regulan la concentración sanguínea de la sal y el agua a través de la reabsorción de este ion por la piel (la piel funciona como un riñón). Para aprovechar la visita, Aceves Ruiz le propuso estudiar los mecanismos de reabsorción de sodio por la piel del ajolote mexicano.
El ajolote es un animal neoténico, es decir, se mantiene en un estado larvario, y es acuático, pero se le puede inducir la metamorfosis al estado adulto por la inyección de tiroxina. En este proyecto se demostró que en el estado adulto, el ajolote mantiene su equilibrio salino y de agua a través de reabsorber el sodio y agua a través de la piel y también utiliza la vejiga urinaria para mantener el equilibrio.
Este proyecto dio lugar a dos trabajos publicados en revistas de prestigio. A partir de entonces siguió trabajando en la piel de rana y descubrió un procedimiento para aislar el epitelio de su tejido de soporte, el corion. Esta preparación permitió realizar experimentos en óptimas condiciones, ya que el corion enmascara en parte el transporte del sodio.
Esos resultados despertaron el interés de investigadores del tema, situación que a su vez abrió la puerta para acudir a la Universidad de Yale, donde contó con una beca Guggenheim para estudiar el intercambio de los iones de sodio por los de potasio a través de la cara interna del epitelio.
Además fue a la Universidad de Cambridge a través de un programa de intercambio entre la Royal Society y la Academia de Ciencias de México. En Cambridge, utilizando el epitelio aislado, demostró el mecanismo de acción de agentes diuréticos, como la amilorida.
Su trabajo de investigación actual
Aun cuando es consciente de que la edad en algún momento le impedirá continuar investigando, el doctor Aceves Ruiz mantiene el mismo entusiasmo, curiosidad y creatividad que tuvo cuando incursionó en el mundo de la investigación científica en el corazón y los epitelios.
Actualmente trabaja en un proyecto para determinar cómo controlar la enfermedad de Parkinson. Al respecto menciona que a lo largo de los 30 años que lleva estudiando la fisiología y patofisiología de la acción de la dopamina en los ganglios de la base del cerebro que coordinan la conducta motora, ya no le interesan los aspectos analíticos de la acción dopaminérgica, sino los aspectos conductuales.
"Hasta ahora hemos logrado identificar un método que nos permite recuperar la función motora en la enfermedad de Parkinson experimental, pero no recuperamos los aspectos no motores (ansiedad, angustia y depresión). Afortunadamente estos aspectos se pueden controlar con ansiolíticos como el diazepam (Valium)".
Sobre este trabajo, detalló que se trata de la investigación que más satisfacción le ha dado hasta el momento y que aun cuando desconoce si tendrá tiempo para ensayarlo en la clínica, dejaría muy avanzado el camino a sus alumnos para que se encarguen de ver si funciona para controlar esta devastadora y, hasta ahora, incurable enfermedad.
Sobre su vida personal
Acerca de cómo ha logrado dedicar tanto tiempo a la vida científica y mantener un balance con su vida personal, el doctor Aceves Ruiz señaló que precisamente es su pasión por la ciencia lo que le ha permitido ese balance, porque puede llevarse sus experimentos en la mente fuera del laboratorio, y ello le permite lograr avances en su trabajo aun cuando no pase todo el tiempo en él.
No obstante, acepta que le habría gustado haber dedicado más tiempo a la vida familiar. “Tengo una familia buena, pero sí me reprocho no haberle dedicado más tiempo a mis hijos, por fortuna todos ellos son profesionistas; mi hijo es neurólogo pediatra, trabaja en Estados Unidos, también tengo una hija psicóloga —casada con un filósofo— y otra hija, también psicóloga cuyo esposo es abogado, pero sí, vuelvo a repetir, me hubiera gustado convivir más con mis hijos”.
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