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Una mirada sociológica a los movimientos sociales

Por Susana Paz 

México, DF. 1 de abril de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- Falta de certeza para organizarse efectivamente, crisis de representación y legitimidad de los actores políticos y conflictividad al interior, son los tres elementos que definen los movimientos y organizaciones sociales en todo el mundo, aseguró la investigadora Kristina Pirker, en el marco del ciclo de conversatorios La violencia en México. Desapariciones forzadas y represión, convocado por la comunidad estudiantil del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. 

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De acuerdo a sus estudios y bajo los preceptos de la sociología crítica, en este momento ya no hay modelos, ni ninguna teoría de partidos ni de movimientos que puedan descubrir la “receta” de la organización para que se aplique en cualquier contexto político e histórico, y que a partir de esa receta se pueda desencadenar una movilización social, según expresó la doctora Pirker, quien es profesora del Instituto Mora, que pertenece al Sistema de Centros Públicos de Investigación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). 

Para la experta, lo que desde las ciencias sociales se puede hacer es participar en la documentación y la sistematización de experiencias regionales e históricas, y a partir de ahí colaborar en la construcción de una memoria histórica de los movimientos para contribuir a que las luchas, tanto las derrotas como las victorias, no se olviden. 

“El aporte desde la sociología es contribuir a nombrar los conflictos y las tensiones de un momento histórico dado. Mostrar cuáles son las principales contradicciones, los ejes de la conflictividad sociopolíticos, sobre todo porque al nombrar esos conflictos desde la academia participamos en este campo político cultural de las disputas sobre los significados, para plantear cuáles son los problemas existenciales de la política en un momento dado”, explicó la investigadora. 

A su consideración, son tres los elementos esenciales que definen los movimientos sociales en la actualidad: “El primero es plantear que se vive un momento no solo en México sino en América Latina y en el mundo, donde hay un fin en cuanto a las certezas de cómo organizarse, pues todas las recetas que se tuvieron a lo largo del siglo XX han mostrado sus límites. El segundo punto tiene que ver con la crisis de representación de los actores políticos y sociales; y como tercer punto, muy ligado al segundo, cuál es el eje de la conflictividad, de las tensiones que veo y donde creo que se están aglutinando distintos colectivos y organizaciones ciudadanas”. 

Doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Kristina Pirker ofrece una mirada a los movimientos sociales, desde la sociología crítica. 

El fin de las certezas 

Con esta idea del fin de las certezas respecto a las maneras de organización, la investigadora explicó que las tres formas organizativas que a lo largo del siglo XX y principios del XXI se han adoptado, han “diluido” su efectividad.

organizacion social manosEl primero es el principio de organización basado en los partidos políticos, referido sobre todo a los partidos de masa de carácter social demócrata, comunista o nacional popular, en los que los partidos históricos de masas en América Latina se han convertido en las últimas décadas en “maquinarias” para participar en las elecciones y han abandonado el trabajo de asociación y organización en las bases para vincularse con el capital y las grandes empresas, por lo que han perdido sus anclajes sociales y culturales. 

“Se han convertido en clubs electorales, donde se distribuyen las funciones de acuerdo a lealtades, juegos de influencias y compromisos adquiridos con grupos económicos poderosos. Pero más allá de señalar y alegrarnos sobre esta crisis de legitimidad de los partidos políticos, hay que visualizar que con esto también se ha perdido un mecanismo de articulación de intereses y demandas más allá de los intereses particulares, porque los partidos han funcionado como aglutinadores y articuladores de intereses en el espacio territorial. Ahí hay un problema de organización que hay que plantear”, expresó la investigadora. 

El segundo modelo de organización que surgió a principios del siglo XX ha sido el del Partido Revolucionario Marxista-Leninista, pensado como un instrumento de lucha revolucionaria en contextos de alta represión y de violencia. A su juicio, la obra de Lenin es un clásico para conocer cómo en un momento histórico se entendía la construcción de una organización orientada a la intervención política, la transformación y lucha por el poder, en el contexto de desmovilización social y represión.

No obstante, la investigadora reconoció que hoy este modelo está más que cuestionado, no solo debido a los problemas de burocratización que enfrentó, sino también a analizar si realmente funcionó como una herramienta efectiva para organizar la energía social dispersa de la movilización. 

Para Kristina Pirker, el tercer modelo que ha surgido en los últimos 40 años y que se podría definir como la “contrapropuesta radical” al modelo bolchevique, pero también al modelo socialdemócrata o del partido de masas, es la estrategia de interpelar o apostar a la movilización social espontánea. 

“Yo lo llamaría como la estrategia movimentista o antiinstitucional, y también este modelo ha mostrado mucho de sus límites. En primer lugar, cito a un político italiano del partido demócrata cristiano, que en algún momento decía: ‘el poder desgasta a quien no lo tiene’. Planteo eso como una advertencia, porque el modelo del movimentismo ha tenido muchas expectativas con la idea de un proyecto radical, de transformación social, de que se puede presionar sobre el estado y transformar la sociedad”, explicó. 

Sin embargo, advirtió que en los últimos años muchas de estas propuestas y proyectos, en el momento del flujo del movimiento y la movilización social, se “desinflan” y se vuelven defensores de intereses específicos y territoriales: “Estaría pensando por ejemplo en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que en su momento logró movilizar a una energía social tremenda en México pero que después empezó a perder estos apoyos y mantenerse activos solo en la región de Chiapas”. 

Para la doctora Kristina Pirker, estos tres elementos advierten no solo que no existe ningún modelo que prometa éxito, sino que también señalan un momento de profunda crisis de representación en el que todos estos han dejado de funcionar. 

Crisis de representación 

Para el caso de México, la experta asegura que la crisis de representación y participación se puede ver en los indicadores que tienen que ver con la participación política o ciudadana institucionalizada, que están documentados por las instancias de gobierno con diversos mecanismos. 

votacion web“Esto es muy ilustrativo para ver la crisis de legitimidad y la crisis de representación, si tomamos como un indicador el tema del voto, de la participación ciudadana en las elecciones. En el caso de México, en las últimas cuatro elecciones presidenciales, el promedio de participación fue del 65 por ciento, pero en las últimas dos elecciones la participación fue por debajo de esa cifra promedio. En 2006 fue del 58 por ciento y en el 2012 del 62 por ciento”, explicó. 

Otro indicador de la participación ciudadana en México, pensando en organizaciones civiles, es el que refiere una encuesta de 2003, publicada en 2004, en la que se pregunta si los encuestados participan o han participado en alguna organización.

De acuerdo a la encuesta citada por Pirker, el 58 por ciento de los encuestados han participado en juntas de vecinos o asociaciones de colonos, el 33 por ciento en grupos religiosos, el 14 por ciento en partidos políticos, el 13 por ciento en organizaciones deportivas, el 13 por ciento en grupos de ciudadanos, el 12 en centros de padres y el ocho por ciento en grupos culturales. 

Como tercer indicador de participación ciudadana está el tema de la solicitud de información o exigencia de rendición de cuentas a instituciones públicas. Si bien desde 2003 en México existe la Ley de Acceso a la Información, el usuario promedio entre 2003 y 2012, fecha en que se hizo el análisis citado por la investigadora, pertenece a un grupo muy reducido, si se considera que el ciudadano activo tiene un perfil de una persona que vive en el Distrito Federal, masculino, de entre 20 y 34 años, es académico, pertenece al sector empresarial o es periodista. 

“Es un grupo muy reducido el que hace preguntas. México tiene 115 millones de habitantes, la concentración de solicitudes de información es extremadamente alta. En esos 10 años, solo 15 mil usuarios han efectuado el 55 por ciento del total de las solicitudes, 4 mil usuarios representan el 42 por ciento del total de solicitudes, y solo 65 usuarios han hecho el 12 por ciento de las solicitudes de información ante el Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI). Ahí podemos ver a un ciudadano activo muy elitista y reducido en un pequeño grupo”, explicó la experta. 

También se ha mostrado, a partir de la experiencia de varias luchas históricas de los últimos años, que hay una tendencia a no organizarse o actuar solo en un primer momento de la participación y después caer otra vez en la de movilización. 

El tercer elemento tiene que ver con la crisis de representación, que se expresa en un distanciamiento de la ciudadanía, del estado y de los actores del sistema político, incluyendo muchas de las organizaciones históricas y sociales, relacionado con los ejes de conflictividad propios de los movimientos. 

A su juicio, la pregunta es que si a partir del choque de los dos relatos prevalecientes se puede reagrupar la organización social y propuso el precepto de un sociólogo ecuatoriano que estudió la profunda crisis del sistema político de su país a mediados de 2010, y que señaló que en Ecuador emergió lo que él denominó una multitud, un conjunto de iniciativas ciudadanas que expresaron tres conflictos: En medio de las trayectorias y las singulares formas de acción política de la multitud, sus marcos de significación devenían de un profundo malestar con la estructura de representación, con la voluntad de una recomposición ética de la política y con la demanda de una reforma política inmediata.

Para Kristina Pirker, en México aún no se tiene claro si existen en este momento los elementos para identificar este mismo contexto.

 

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