Experto cuestiona argumentos en contra de los alimentos OMG
CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y DE ESTUDIOS AVANZADOS
Boletín de Prensa
No. 058
09 de septiembre 2016
- Luis Herrera Estrella considera que es un crimen contra la humanidad impedir que productos genéticamente modificados como el arroz dorado lleguen a las poblaciones que los necesitan
Impedir que un producto transgénico como el arroz dorado (que produce precursores de la vitamina A, cuyo déficit ocasiona ceguera en niños en el sureste de Asia) sea cultivado y llegue a las poblaciones que lo necesitan, como pretenden algunos grupos de activistas opositores a la moderna biotecnología, constituye un verdadero “crimen contra la humanidad”.
Así lo señaló durante una conferencia Luis Herrera Estrella, director de la Unidad de Genómica Avanzada del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) en Irapuato, Guanajuato.
El experto del Cinvestav recordó que en junio pasado 107 científicos de todo el mundo galardonados con el Premio Nobel (incluido el mexicano Mario Molina) hicieron pública una carta en la cual piden a los grupos activistas abandonar sus campañas contra los alimentos genéticamente modificados en general y contra el arroz dorado, en particular.
Los creadores de este cultivo, Ingo Potrykus y Peter Beyer, renunciaron a la patente en aras de que pudiera cultivarse masivamente en el sureste de Asia, donde se han registrado unos 300 millones de niños que nacieron con ceguera.
La enfermedad es ocasionada por el déficit de vitamina A, que las poblaciones asiáticas no pueden obtener a través de su dieta. Sin embargo, se lamentó Herrera Estrella, cuando se intentó propagar una segunda versión del arroz dorado en Filipinas, un grupo de activistas quemó los campos de cultivo.
“Coincido con los Premios Nobel: impedir que este producto llegue a los niños que están perdiendo la visión por no tener suficiente provitamina A es un crimen contra la humanidad”, reiteró el biotecnólogo.
Durante el coloquio “Nuevas tecnologías de mejoramiento: los monopolios y los activistas”, el experto explicó que muchos cultivos como maíz, trigo, arroz o tomate no existirían en su forma actual sin la manipulación genética que les han aplicado los agricultores desde hace milenios.
“Todos los cultivos domesticados han sido sujetos a manipulaciones genéticas por los humanos. Hace unos 9 mil años nuestros antepasados en el territorio de México empezaron a domesticar el teocinte para dar forma a la planta que hoy conocemos como maíz”, explicó el científico del Cinvestav.
Herrera Estrella precisó que aunque las plantas transgénicas fueron producidas desde 1984, no fue sino hasta que la compañía Monsanto entró al mercado y desarrolló variedades resistentes al herbicida glifosato (que elimina por igual cultivos y mala hierba) cuando comenzó la polémica sobre el tema.
“Este herbicida ya se comercializaba 10 años antes, pero sólo podía utilizarse antes de sembrar, porque mata a todas las especies. Con los cultivos resistentes (al glifosato) es posible sembrar y aplicarlo al mismo tiempo y lo único que va a sobrevivir es mi cultivo. Ese es el secreto por el que Monsanto ha hecho tanta comercialización de estos productos”.
El investigador, reconocido por la revista Scientific American como una de las 100 figuras más influyentes en el campo de la biotecnología, agregó que los organismos transgénicos tienen muchas otras aplicaciones útiles, algunas de ellas con grandes beneficios sociales.
Citó el caso de una variedad de papaya resistente al virus de la mancha anular, desarrollada en Hawaii por el investigador Dennis Gonsalvez, de la Universidad de Cornell.
Un brote del mencionado virus en 1991 redujo 50 por ciento el rendimiento de los cultivos de papaya, lo que ponía en riesgo a más de 100 mil familias de productores del fruto en Hawaii. Con la introducción de la variedad transgénica, apuntó el experto, se logró salvar su economía, lo que constituyó un claro ejemplo de sostenibilidad agrícola.
Otro caso exitoso, agregó, se registró en La India con el algodón transgénico Bt, que ahora se exporta, que aumentó en forma sostenida durante una década, al pasar de 50 mil agricultores que lo sembraban en 2002 a 7.2 millones en 2012.
El director de la UGA comentó que una de las aportaciones de su grupo de investigación en el Laboratorio de Fisiología e Ingeniería Metabólica de Plantas es el desarrollo de nuevos fertilizantes basados en fosfito, en lugar de fosfato, con los que han logrado eliminar las malezas sin afectar la biodiversidad de los cultivos.
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