Violencia y temores compartidos, base de integración de las comunidades
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA
Campus Xochimilco
Número 064
8 de febrero de 2017
- La identidad cultural se ha convertido en la principal herramienta de lucha social y política
- Los integrantes de la comunidad comparten un origen común, elemento que los hace iguales y posibilita la cohesión social
Si bien las comunidades están integradas a partir de ideas o valores compartidos –libertad, equidad y justicia– también se agrupan a partir de temores y es la violencia la base misma de su conformación, señala el doctor Joel Flores Rentería, profesor-investigador del Departamento de Política y Cultura de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
En el artículo Comunidad y violencia, incluido en la revista Política y Cultura, número 46, Flores Rentería sostiene que para Aristóteles “toda comunidad se ha formado teniendo como fin un determinado bien”, por lo que históricamente la agrupación de individuos se ha dado por objetivos compartidos: guerra, seguridad o libertad, y ha sido a partir de la organización del poder, la potencia y la capacidad de hacer que se da el vínculo ineludible entre violencia y comunidad.
El investigador refiere que la violencia se encuentra en su origen mismo, lo que se pone de manifiesto en la metáfora del Estado planteada por Hobbes y Locke, entre otros filósofos, ya que “la vida y el temor a la muerte son para el primero fundamento de la comunidad política”.
Flores Rentería explica que en el estado de naturaleza cada ser humano tiene derecho a hacer cualquier cosa, pero el derecho de guerra ha quedado disuelto por un pacto social, un mecanismo de inmunización en pos de bienes comunes como la paz y la seguridad.
La forma de “ser con los otros” se concibe a partir de un origen mítico común, pero también refiere una carencia, “el ser humano por no ser autosuficiente está condenado a vivir bajo una estructura de poder: dominar o ser dominado”.
Así, el poder en tanto que violencia, es el principio de toda asociación cuya finalidad es la conservación de la vida o los atributos sociales conferidos. Sin embargo, cuando la representación política se fractura el ejercicio del poder se transforma en violencia y opresión; en ese sentido, “la violencia y el miedo a la muerte son no sólo el fundamento de la comunidad política sino también el derecho positivo”, entendido como el conjunto de normas jurídicas emanadas de la autoridad competente.
El doctor en Ciencia Política sostiene que hay dos formas de comunidad: las éticas, en las cuales la integración de las personas se da a partir de ciertos valores colectivos, y las orgánicas, en las que la integración se efectúa a partir de los temores compartidos y con la finalidad de mantenerse a salvo de los peligros que amenazan la existencia de sus integrantes, y esta última se ha convertido en la regla de convivencia.
“Los integrantes de una comunidad comparten un origen común, elemento que los hace iguales y posibilita la cohesión social, pues congrega a individuos en torno a un patrimonio común, portadores de una cultura específica, con valores y virtudes propias, las cuales transmiten”.
Esta identidad cultural, afirma, también se ha convertido en la principal herramienta de lucha social y política, pues en nombre de la comunidad reclaman para sí derechos diferenciados, específicos y relativos a la problemática de cada grupo social.
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