Redes de corrupción: el cáncer social de México
Por Amapola Nava
Ciudad de México. 12 de abril de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- Cuando Jesús Espinal Enríquez dice que la corrupción es como un cáncer, lo dice con conocimiento de causa. Como investigador del Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen) trabaja en develar los mecanismos de aparición del cáncer. Lo hace analizando cómo la activación o la inactivación de los genes puede influenciar el desarrollo de la enfermedad. Pero Jesús también es parte del Observatorio de la Corrupción e Impunidad de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El observatorio es un proyecto en el que científicos de diferentes disciplinas buscan nuevas formas de estudiar la corrupción y probar métodos de investigación que no se han usado antes en México, por ejemplo, utilizar herramientas de cómputo para analizar cómo se forman y cómo operan las redes de corrupción en el país, algo parecido a lo que Jesús usa para estudiar la relación entre cientos de genes y el cáncer.
Los investigadores que forman parte del proyecto pretenden emplear la teoría de redes para crear modelos matemáticos y computacionales que expliquen, representen y simulen los fenómenos de corrupción.
La corrupción, un problema para la teoría de redes
Los modelos matemáticos permiten simular la realidad y experimentar con ella de manera virtual. Por ejemplo, si se tienen datos suficientes del número de carros en una ciudad, de las horas de tráfico y de las rutas preferidas por los ciudadanos, se podría hacer un modelo del tránsito en esa ciudad y averiguar qué sucedería con el flujo de automóviles si se bloquea una calle específica, si se cambia la sincronización de los semáforos o si se modifican los límites de velocidad. Experimentar con estas variables permitiría tomar acciones para mejorar el tráfico.
Algo similar es lo que intentan los investigadores del Observatorio de la Corrupción e Impunidad. Reuniendo una gran cantidad de datos sobre cómo se comportan las redes de corrupción reales, pretenden crear una simulación que permita analizar cuáles son las mejores estrategias para debilitar o para romper una red, qué acciones la fortalecen y cómo prevenir su articulación.
Para lograrlo, los científicos deben suponer que la corrupción se comporta como un sistema complejo y que comparte características esenciales con otros sistemas complejos, como los ecosistemas, el tiempo atmosférico o las redes sociales.
Estos sistemas están compuestos por un gran número de elementos y cada elemento tiene su propia estructura interna y cumple una función específica; además, lo que ocurre en una parte del sistema afecta directa o indirectamente todo el sistema. Y, por último, el sistema tiene propiedades emergentes, es decir, la suma de sus componentes genera fenómenos que no existen cuando se observa a los individuos por separado.
Es aquí donde las analogías con el cáncer comienzan a aparecer.
Cáncer y corrupción
Una propiedad importante de los sistemas complejos es que deben estar formados por un gran número de elementos. El cáncer puede verse como un sistema complejo, porque en esta enfermedad la actividad de miles de genes se altera, algunas alteraciones son causa y otras consecuencia del padecimiento. Además, cada alteración en un gen o en un grupo de genes, a su vez, puede afectar a otros genes, así que los científicos tienen que analizar cientos de miles de interacciones para tener una idea de cómo actúan los genes en un proceso canceroso.
Algo parecido sucede con la corrupción. Los actos de corrupción necesitan de una red de decenas o cientos de personas que se relacionan entre sí y lo hacen de diferentes formas: mediante empresas, mediante contratos, mediante parentescos y de otras formas.
Cuando se tiene a tantos individuos interactuando en una red, no se puede saber cómo opera la red estudiando individuo por individuo, se necesita obtener una perspectiva más global y, para esto, uno se puede apoyar en la teoría de redes, explica Jesús Espinal.
Otra de las características que comparten el cáncer y la corrupción es que ambas son sistémicas, cuando se afecta una parte del sistema, se afecta todo.
Por ejemplo, cuando un cáncer afecta el páncreas, todo el organismo terminará sufriendo. Ahora, pensando en la estafa maestra —operación con la que el gobierno federal entregó más de siete mil millones de pesos a 186 empresas, de las cuales 128 eran fantasma—, ese dinero que debía destinarse para un sector A, ahora está en otro lugar, detalla el investigador.
Si el sector A deja de funcionar, digamos el sector salud, esto afectará al sector B, por ejemplo, la producción o el campo, porque hay más personas enfermas que no pueden trabajar. Pero también puede afectar al sector C, por ejemplo, a los jóvenes que no podrán seguir con sus estudios porque tienen que suplir a los adultos que no pueden trabajar. A su vez, que haya menos jóvenes estudiando puede afectar al sector A, pues podrían escasear los profesionales de la salud.
“En esta sociedad, lo económico, lo político y lo social están íntimamente relacionados”, recuerda el investigador.
Esto hace pensar a los investigadores que la teoría de redes podría incorporar la complejidad del tejido social en el estudio de la corrupción y dar nuevas pistas sobre cómo combatirla.
Javier Duarte, un primer estudio de caso
Issa Luna Pla, adscrita al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, llevaba varios años buscando nuevas ideas para estudiar y combatir la corrupción. Para encontrarlas, tuvo que salir de lo convencional y buscar en lugares en los que una jurista generalmente no buscaría, en revistas científicas de biología, física, incluso de medicina.
Poco a poco, la idea de estudiar la corrupción mediante teoría de redes y sistemas complejos fue consolidándose entre sus proyectos, y gracias al Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la UNAM, durante 2017 Issa Luna pudo reunir a investigadores de distintas áreas para crear el Observatorio de la Corrupción e Impunidad, del cual es coordinadora.
El proyecto inició con el estudio del caso de Javier Duarte, exgobernador del estado de Veracruz acusado de desviar millones de pesos del erario público.
“Con la información que los científicos sociales habían obtenido, los científicos de datos analizamos contratos, nombres de empresas y personas, y los ligamos para modelar parte de la red de corrupción mediante la cual operó Duarte”, explica Jesús Espinal.
Gracias al estudio del caso Duarte y a otros trabajos que realizan en el observatorio, los investigadores formaron algunas hipótesis de trabajo. Primero, que las redes de corrupción son un fenómeno antiguo, que incluso sigue por generaciones sin importar que cambien las cabezas de las organizaciones o los gobiernos.
Segundo, que existen elementos dentro de una red que parecen no ser importantes y que incluso tienen rangos bajos, pero que son los que mantienen cohesionada la red. Estos individuos tienen gran capacidad de interlocución y pueden trabajar para distintos grupos.
“Mantener un perfil bajo permite a las redes mantenerse ocultas y unidas a pesar de que sus elementos de alto rango sean descubiertos, pues las personas capaces de crear los lazos para reorganizarla siguen allí. Esta información no podríamos saberla sin el análisis de redes”, señala Issa Luna.
Por último, diferentes experiencias han llevado a los científicos del observatorio a pensar que romper una red de corrupción es muy difícil, por la cantidad de personas que la componen, las interacciones y los mecanismos de protección con que cuentan. Pero que sí es posible influir en ellas y poco a poco disminuir su tamaño o capacidad de acción.
Para Issa Luna, el ideal sería construir un buen modelo, basado en información veraz, para predecir cómo se comportaría una red si pierde a sus elementos principales o si barreras legales o institucionales limitaran su campo de acción.
Lo importante es que la creación de leyes o los programas anticorrupción no se basen en la intuición, y el modelaje matemático podría dar luz sobre qué medidas son más adecuadas para enfrentar a una red de corrupción específica, señala la coordinadora del observatorio.
Información para combatir la corrupción
Cuando los científicos analizan el cáncer mediante teoría de redes, necesitan información para construir el modelo que simulará la enfermedad, esta información viene de experimentos reales en los que se estudian las características de los tumores. Una vez que obtienen una gran cantidad de datos, los utilizan para alimentar la computadora y crear un modelo que intenta explicar cómo se comportan los tumores si tienen ciertas características o si se les somete a cierto tratamiento.
Para estudiar las redes de corrupción, también es necesaria una gran cantidad de información. Obtenerla es uno de los mayores retos del Observatorio de la Corrupción e Impunidad. La ventaja es que los científicos sociales que integran el proyecto han trabajado en eso por años y han construido bases de datos en las que reúnen información de fuentes públicas y oficiales sobre diferentes casos de corrupción.
“Hacemos investigación documental en los sistemas del Estado como CompraNet o la Auditoría Superior de la Federación, en donde ya existe información de casos reales en los que incluso hay hallazgos de las mismas instituciones jurídicas que permiten detectar posibles irregularidades. Y aunque muchos casos están sub judice, es decir, que no han sido juzgados todavía, han sido detectados por una auditoría o por una institución que tiene la facultad de señalarlos”, detalla Issa Luna.
Los investigadores localizan los casos más visibles o en los que hay más información disponible y buscan datos relacionales: informes de auditorías, nombres de personas, empresas involucradas, contratos involucrados. Una vez que los tienen, construyen las bases de datos que les permitirán vincular a las personas y modelar la red.
“Otra fuente de información muy útil para nosotros son los periódicos. La información que genera el periodismo es útil hasta el punto que nos permite obtener información de cuáles podrían ser las relaciones entre personas. Pero mucha de la información periodística no es información necesariamente verificada, así que la tomamos como una fuente que nos permite hacer inferencias, pero que siempre tenemos que validar con fuentes oficiales, con documentos reales”.
Estudiando al individuo para comprender la corrupción
Pero en el Observatorio de la Corrupción e Impunidad no solo utilizan la teoría de redes para estudiar la corrupción, también estudian el fenómeno con los principios de la teoría de la economía del comportamiento.
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Al contrario de la teoría de redes, la economía del comportamiento estudia al individuo, trata de analizarlo desde una perspectiva psicológica y económica para comprender cómo se comporta frente a un incentivo económico, frente a un posible acto de lealtad o de reciprocidad. En resumen, qué mueve a un individuo a incurrir en un acto de corrupción y, también, qué lo frena, explica Issa Luna.
Estas dos teorías se complementan, pues con la descripción del comportamiento de muchos individuos ante una misma situación, se pueden modelar redes que predigan mejor el comportamiento de un grupo.
“Cada individuo tiene un nivel de ética en el momento en que llega a la administración pública a trabajar, pero es el entorno de ilegalidad, de favoritismo o de lealtades el que finalmente lo impulsa a entrar en la dinámica de cometer actos de corrupción. Al estudiar el comportamiento individual, hemos reafirmado la hipótesis de que el contexto es el factor fundamental, de que hay un caldo de cultivo que nos está generando un problema”, comenta la coordinadora del observatorio.
Los funcionarios públicos y los regalos de Navidad
En México, ya se han hecho estudios con el enfoque de economía del comportamiento. Uno de ellos involucró funcionarios públicos federales, correos electrónicos y regalos de Navidad.
Investigadores del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas con sede en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), en conjunto con la Secretaría de la Función Pública, diseñaron, para el periodo navideño de 2016, cinco tipos de correo electrónico y los enviaron a 157 mil 586 servidores públicos, con el objetivo de analizar cómo reaccionan los individuos al recordarles la Ley General de Responsabilidades Administrativas. En ese año, la ley decía que todos los servidores públicos no podían aceptar regalos de valor mayor a 10 veces el salario mínimo vigente y que en caso de recibirlos, sin haberlo solicitado, debían entregarlo al Servicio de Administración y Enajenación de Bienes.
Gracias a los correos, los servidores públicos devolvieron más regalos, la suma del valor de los obsequios devueltos fue mayor y un mayor número de funcionarios cumplió con la ley. Pero con el estudio también se pudo observar que no todos los estímulos funcionaron igual.
“Los resultados fueron muy interesantes, a quienes no se les recordó la ley y solo se les deseó una feliz Navidad, regresaron menos regalos. Pero a los que se les recordó la norma y se les recordó la sanción se enojaron, mostraron una indignación evidente porque sintieron que se les amenazó. A un tercer grupo se les dijo: 'Feliz Navidad y acuérdate que todos tenemos que devolver los regalos por disposición de la ley'. Ese fue el grupo que más regalos devolvió y ese año se tuvo un retorno mucho mayor que otros años”, detalla Issa Luna.
Y aunque el observatorio no participó en este experimento, retomar sus resultados les ayuda a buscar patrones en el comportamiento humano para identificarlos y poder modelar matemáticamente la realidad. Con un modelo sólido, científicos podrían simular acciones en una red de corrupción y saber qué acciones refuerzan los códigos éticos personales a un punto que puedan disminuir la probabilidad de cometer actos de corrupción.
El libre albedrío
A pesar de las similitudes, existe una gran diferencia entre estudiar el cáncer y estudiar la corrupción. Las células, los genes y las moléculas no deciden las acciones que van a realizar y no piensan en las consecuencias de sus actos, en pocas palabras, no tienen agencia moral o “libre albedrío”. Por lo tanto, se puede hacer un modelo matemático que represente un conjunto de células y predecir, en gran medida, su comportamiento. ¿Pero se puede hacer un modelo matemático que prediga cómo actuará un grupo de personas bajo una situación determinada?, ¿existirá un conjunto de reglas que explique con tal detalle el comportamiento humano?
La respuesta de los críticos al uso de la teoría de redes en el estudio de la corrupción es que no. Pero Jesús Espinal considera que las cosas no pueden verse de manera tan drástica. Hay que recordar que en un sistema complejo, el todo es más que la suma de sus partes y la solidez de una red es más importante que las acciones de uno solo de sus individuos.
“Si bien tenemos libre albedrío, estamos muy constreñidos. Nuestra capacidad de decisión está muy acotada porque en este momento no podemos tomar todas las decisiones que existen, sino un conjunto pequeño de ellas. Además, a esto se le puede sumar una cosa muy importante que también pasa en cáncer, si tú tienes una célula mala y alrededor tienes muchas células que están sanas, lo más seguro es que la célula enferma no tenga un efecto nocivo en el entorno. En cambio, si tienes un conjunto de células sanas y alrededor tienes muchas células enfermas, como ocurre normalmente con los tumores cancerosos, cuando intentas extirpar el tumor, con que se queden unas pocas células enfermas, el ambiente nocivo propiciará que el tumor vuelva a crecer”.
En la corrupción, el medio también es un factor fundamental para que los individuos tomen ciertas decisiones. El investigador lo ejemplifica diciendo que cuando se coloca a un individuo en un medio que favorece la corrupción, su probabilidad de corromperse aumenta. Pero que si, por ejemplo, tomas a un agente de una policía corrupta y lo pones en el centro de Finlandia, con bajos niveles de corrupción, no va a cometer los mismos actos porque está limitado por el medio.
Trabajo en conjunto
En el observatorio trabajan abogados, economistas, biólogos, matemáticos, físicos, sociólogos y científicos de varias disciplinas más. Esto trae nuevas ideas para analizar un problema ante el cual parecen estarse agotando las propuestas de solución, explica la coordinadora del proyecto.
“Básicamente tenemos toneladas de información que aprender los unos de los otros. Yo he aprendido que la manera en que los científicos sociales ven un problema es totalmente complementaria a como lo vemos los científicos naturales. Y ver dos caras de la misma moneda simplemente te hace conocer bien la moneda”, opina Jesús Espinal.
Esta es la primera vez que en México, científicos de tantas disciplinas se reúnen para analizar y combatir la corrupción con métodos tan innovadores. Y aunque aplicar la teoría de redes para estudiar sistemas sociales tiene sus detractores, la metodología se está comenzando a utilizar en todo el mundo, explica Issa Luna.
“La única manera de combatir la corrupción es intentándolo, haciendo ciencia y haciéndola con todos. Porque si la hacemos en nuestros grupos de conocimiento aislados, no vamos a innovar. Y en esto, que es un problema nacional que nos afecta a todas y a cada una de las personas en este país, a más de cien millones de personas, tenemos que desarrollar innovación científica sí o sí”.
Así que los investigadores del Observatorio de la Corrupción e Impunidad tendrán que buscar nuevos métodos para resolver un problema que no solo les importa como científicos, les importa también como ciudadanos.
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