Claudia Maldonado, pasión por las ciencias sociales
Por Susana Paz
México, DF. 30 de junio de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- La luz del día se expande por todos los rincones de la oficina. Llueve y la frescura de los árboles impregna la mirada de Claudia Maldonado Trujillo, profesora-investigadora de la División de Administración Pública del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
Actual coordinadora general del Centro Regional para el Aprendizaje en Evaluación y Resultados para América Latina (CLEAR-LA), Claudia Maldonado es doctora en Ciencia Política por la Universidad de Notre Dame, maestra en Economía y Políticas Públicas por la Universidad de Princeton, y licenciada en Administración Pública por El Colegio de México (Colmex).
Su trayectoria académica la ha enfocado en el tema de la evaluación de políticas públicas, programas de transferencias condicionadas en América Latina, políticas públicas comparadas de México y Brasil, entre otros. Ha sido coordinadora y colaboradora en diversos proyectos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), las Secretarías de Desarrollo Social, Gobernación, Hacienda y Crédito Público, el programa Prospera (antes Oportunidades), la Asociación Estadounidense de Ciencia Política (APSA, por sus siglas en inglés), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), entre otras.
Es compiladora, con Gabriela Pérez Yarahuán, de la Antología de textos básicos sobre evaluación; coeditora, con Mariana Magaldi de Sousa, de La integración de políticas públicas para el desarrollo: Brasil y México en perspectiva comparada (2014) y, con Guillermo Cejudo, De las recomendaciones a las acciones. La experiencia del Premio 2011: Programas Federales Comprometidos con el Proceso de Evaluación (2011).
Con una de las mejores vistas del CIDE, Santa Fe se cubre de lluvia mientras la joven investigadora conversa y evoca recuerdos de su familia, sus influencias y los retos a futuro que enmarcan su trabajo de investigación en las ciencias sociales, de las que se declara profundamente admiradora.
La familia
Claudia Maldonado siempre tuvo un gran interés por el ámbito social. Según afirma, viene de una familia en la que el servicio público fue muy importante. Su madre se dedicó a la medicina y trabajó en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) con una vocación por la medicina social. Su padre fue abogado, y participó en el movimiento obrero y sindicalista. Por ello, asegura tener un interés desde siempre sobre el servicio público, la política, el sentido social de las cosas, la medicina social, el estado benefactor y la protección social.
“Además de que siempre me gustó mucho leer. Cuando estaba en las etapas de la preparatoria, en la biblioteca de mi padre –él murió cuando yo era muy pequeña– había muchas cosas del Colmex, y dije, bueno, yo quiero ir a ese lugar donde están todas esas personas que escriben estos libros maravillosos, sobre todo de historia, sociología, historia de las ideas. Así es como llegué al Colmex a administración pública; siempre me interesó ese tema, me interesaron las ciencias sociales y ahora soy una apasionada de aprender y de enseñar”, expresa.
A su juicio, esto explica que se haya querido dedicar a la investigación y a la docencia, y que actualmente trabaje en el tema de la evaluación y su promoción.
La academia
“Siempre me gustó la investigación y el sector público. Estudié administración pública en el Colmex, después trabajé un par de años en el sector público y me fui a hacer una maestría a la Universidad de Princeton; ahí me especialicé en economía. Entonces adquirí capacidades más cuantitativas para el análisis, la parte económica del actuar gubernamental; adquirí una formación económica muy sólida. Después hice el doctorado en Ciencia Política en la Universidad de Notre Dame, que tiene una larga tradición (...) Me conecté nuevamente con la teoría de la ciencia política y con los estudios latinoamericanos”, expone.
De esta manera se internó en temas de Brasil, Colombia, Chile y Argentina, además de que estudió con muchos latinoamericanos y con Guillermo O’Donnell, de quien dice, es una referencia absoluta en política comparada y en el estudio de las democracias en el mundo.
De regreso a México, se empezó a vincular con la evaluación de programas y con la literatura sobre evaluación; a partir de 2011 se convirtió en coordinadora general del Centro CLEAR-LA, instancia que promueve el aprendizaje en evaluación, monitoreo y gestión por resultados en toda América Latina, y que tiene la misión de promover la política pública basada en evidencia para una mejor toma de decisiones.
“En esta generación dicen que nadie es evaluador por decisión sino que es un accidente de la vida, porque no hay formación para evaluadores. Entonces, así se conecta un poco mi historia académica, siempre trabajando en temas de política social y comparada. Cuando llego a la división de administración en el CIDE, me involucro en el estudio de las políticas públicas, y con mi especialización de política social y combate a la pobreza me empiezo a acercar a los temas de evaluación, por ejemplo, del por qué tenemos tantos programas públicos para combatir a la pobreza y esta sigue como está, o por qué hay muchos programas haciendo lo mismo y parece que el círculo intergeneracional de la pobreza no se rompe, parece que la exclusión tampoco se rompe, o la deserción escolar”, expresa.
Ciencias sociales, ¿para qué?
A Claudia Maldonado le resulta difícil configurar una definición objetiva acerca de las ciencias sociales y su contribución porque, dice, es una gran fanática de ellas.
“En el marco de la investigación, las ciencias sociales tienen mucho por contribuir para mejorar el diagnóstico que tenemos sobre los problemas sociales, para dar cuenta de los grandes desafíos, no solamente gubernamentales, sino que enfrenta en general la sociedad, el orden político, la provisión de bienes y servicios. A final de cuentas, muchas de las grandes preocupaciones sociales e individuales tienen que ver con la vida comunitaria, con el buen gobierno o la falta de buen gobierno, con la capacidad de los estados para satisfacer o no las necesidades ciudadanas, o la capacidad de los ciudadanos para satisfacer o no sus propias necesidades o canalizarlas al sistema político”, afirma.
Para la especialista, la ciencia social es el universo en el que se puede producir evidencia para informar el debate público, tomar mejores decisiones, señalar en dónde están los errores y también para que las sociedades se vean un poco en el espejo y revisen el rumbo que desean seguir.
“En este sentido, sirven para analizar y proponer mejores estrategias, para que los países puedan aprender de sus pares, de su pasado, de sí mismos. Creo que la ciencia social aporta evidencia para muchos ámbitos, no es solamente en sí misma una empresa científica de acumulación de conocimiento generalizable, de conocimiento que se puede compartir, que tiene características de bien público, sino que en el proceso de investigación muy puntual puede aportar datos, evidencia creíble y argumentos, hallazgos que son importantes para el debate público, para diseñar nuestras instituciones y políticas públicas, para no cometer los mismos errores tres veces con fondos públicos. Para mejorar la incidencia de los programas gubernamentales”, asevera.
No obstante, el vínculo del trabajo académico con quienes hacen las políticas públicas es todavía endeble. Un tema parecido, dice, al de la investigación básica y la industria, en ciencia básica.
“A pesar de que hay complementariedades naturales y hallazgos de la investigación científica que tienen implicaciones de política pública, o implicaciones para el quehacer gubernamental, en este caso de administración pública, hay pocos puentes. Y a veces, el lenguaje del académico muy especializado y el lenguaje que espera el tomador de decisiones son distintos. A veces les preocupan cosas distintas, puede haber investigación académica que está muy anclada en la teoría y no en la razón práctica, que trae preguntas de la teoría y no de la necesidad empírica”, explica.
En este sentido, afirma que existen retos u oportunidades. El primero es mejorar la vinculación entre la investigación académica y la toma de decisiones o las preguntas que son relevantes en el debate público. Sin confundir a los dos actores y sin tener “incentivos perversos” porque, asegura, la investigación académica independiente no puede estar al servicio de una agenda práctica particular, sino tiene que estar al servicio del debate público, la democracia y no puede estar de ninguna manera supeditada.
En el tema de evaluación, aseguró que México tiene un sistema de revisión de programas federales y de evaluación del desempeño que se considera ejemplar; si bien no es que sea perfecto, se considera interesante en el ámbito latinoamericano. De acuerdo con la especialista, “eso significa que se genera mucha información sobre los atributos de los programas sociales federales en particular y varios programas presupuestarios. Y ahí nos enfrentamos al mismo dilema, se está generando mucha información útil sobre los programas públicos, pero no queda claro qué tantos incentivos hay en el sistema político para incorporar esta información y tomar mejores decisiones. Entonces, vemos inercias de política pública, a pesar de que hay evidencias de que por ahí no va, o vemos subutilización de los hallazgos de las evaluaciones”.
En este sentido, considera que hay varias hipótesis para explicarlo. Una de ellas, dice, es que se tiene que hacer un mejor esfuerzo de vincular con comunicación y contenido la información que se provee, los hallazgos de las evaluaciones con los tomadores de decisiones o, como politólogos, analizar cuáles son los incentivos políticos que impiden que se use la información para mejorar la calidad gubernamental, y entonces buscar transformar esto por la vía del diseño de las instituciones.
Para la investigadora, lo que se necesitan son burocracias profesionales para tener mejores políticas públicas: “Y esta burocracia profesional tiene que estar en función del mérito y no del circo político o del ciclo electoral. Segundo, necesitamos mayor rendición de cuentas, que los ciudadanos exijan más sobre los resultados de las políticas públicas y la transparencia en el ejercicio gubernamental. Y por último, necesitamos mejor información para el quehacer gubernamental; todo eso creo que la investigación en administración pública tiene algo por aportar”.
Desafíos y retos a futuro
Afuera continúa una lluvia suave. Claudia Maldonado Trujillo expresa una constante pasión al hablar tanto de su profesión como de su formación, y no duda en afirmar que, actualmente, uno de sus principales retos es ser profesora-investigadora de la División de Administración Pública y, al mismo tiempo, coordinadora general del Centro CLEAR-AL, lo que implica cubrir varios desafíos.
“Para mí ha sido muy difícil combinar la vinculación, la investigación y la docencia de manera balanceada; hay momentos en los que solamente estoy dando clases, en los que tengo que encerrarme a escribir el libro. Lo veo como estos tres roles que puede decidir tener un académico: la docencia, la investigación y la diseminación o la divulgación, que a veces son demandas contradictorias. En realidad, me siento muy privilegiada en la comunidad académica que me acogió en el CIDE, creo que pertenezco a un grupo de pares muy colaborativo, con un debate abierto, con apoyo institucional para hacer investigación independiente, rigurosa, y ahí el reto es un poco el tiempo. Administrar actividades que tienen una lógica un poco distinta”, considera.
Para Maldonado Trujillo, lo importante es seguir avanzando en la discusión de la política social comparada en América Latina, porque en estos próximos diez años se van a redefinir los sistemas de protección social en la región, por lo que le interesa estudiar cómo influyen las consideraciones de economía política o los factores políticos en el diseño y la implementación de estos sistemas de protección social.
“Estoy explorando un poco hasta dónde nos puede llevar el paradigma de la política pública basada en evidencia, que es la idea de que necesitamos evidencia científica para tomar mejores decisiones, y hay muchas razones por las que las decisiones de política pública no siempre se toman con evidencia; lo que quiero decir es, investigar desde diferentes trincheras qué implica el paradigma de política pública basada en evidencia para la vida real, en la toma de decisiones prácticas”, finaliza.
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