Templos: factor de cohesión social e identidad
Por Tomás Dávalos
Aguascalientes, Aguascalientes. 26 de julio de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- Jorge Carlos Parga Ramírez, profesor investigador de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA), elaboró un estudio para determinar la centralidad social que en la actualidad conservan los templos ubicados en el centro histórico de esta ciudad y compararlo con el papel que tenían en el siglo XIX, cuando eran un sitio de referencia muy marcado.
“Los templos crearon centralidades, identidades, relacionadas con los espacios y cómo se identifican los habitantes con ellos, de ahí nace la famosa idea de los cuatro barrios de Aguascalientes, donde normalmente el barrio tiene el nombre del templo que da origen a la traza original en la concentración de la población, que siempre tiene como elemento central, importante, el monumento que normalmente es religioso, entonces hablamos de El Encino, Guadalupe, San Marcos y La Salud”, recordó.
Señaló que el barrio tenía una identidad y vida propia, siendo el templo el signo más identificable de la zona y, a su vez, un símbolo para todos los habitantes; sin embargo, a raíz del desarrollo que se registró desde finales del siglo XIX cambió la fisonomía de la ciudad y su tejido social, pues aparecen muchos otros lugares que cumplen esa centralidad y dejan su huella en la ciudad de Aguascalientes.
“Bajo esa perspectiva nosotros regresamos al punto central para entenderlo bien y luego de ahí derivar al exterior (…) Es muy notorio el trazo en relación con su área central interna, como sabemos, las normas que dictó Felipe II para la creación de asentamientos: las casas reales, una plaza, el área de comercio y necesariamente la religión como misión para cristianizarnos”, afirmó.
Parga Ramírez detalló que para determinar la evolución que han tenido los templos como ejes de la convivencia social se realizó un estudio arquitectónico y se hicieron entrevistas con los habitantes de los barrios tradicionales, encontrando que el comercio modificó la centralidad que tenían estos centros religiosos, modificando a su vez el uso de suelo, propiciando que los habitantes emigren y dejen vacíos algunos inmuebles o busquen una rentabilidad mayor por estos espacios.
“Hay una fuerte migración de estos sitios, entonces muchas de esas viviendas se han transformado, tienen una parte comercial y otra parte de renta de oficinas, o se han demolido, y se podría decir que hay una ciudad sobre otra, la ciudad antigua y otra que ha modificado por medio de la arquitectura toda su configuración (…) Las relaciones también han cambiado, si transitas por una de estas calles, notarás que poca gente vive ahí”, indicó.
Comentó que anteriormente los santuarios formaban comunidades, generaban comunicación e interrelación, los niños salían, factores que terminaban por darles apropiación e identidad respecto a su barrio, lo cual, se fue para abajo desde la perspectiva del templo como polo de atracción, pues si bien siguen siendo hitos de identificación, según los actuales residentes, quienes fueron entrevistados, estos santuarios sirven como elementos de referencia geográfica, pero ya no en cuanto a la vida cotidiana, pues incluso las misas están solas debido a que la población periférica se ha perdido y solo son visitados de manera masiva en las fiestas de los santos patronos.
“Normalmente todas las ciudades de origen tienen este mismo fenómeno, que de no atenderse puede llegar a crear un vacío al interior de la ciudad, que muchas veces se vuelve hasta nocivo, por la inseguridad, el incremento del valor del suelo. Afecta la vida de toda la ciudad tener un vacío en el centro, se pierde visión de continuidad en el tiempo y el patrimonio”, concluyó.
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