Persiste el uso de plantas medicinales en la ciudad de México
Por Susana Paz
México, DF. 17 de noviembre de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- El uso tradicional de plantas medicinales está vivo y persiste en la ciudad de México, una de las diez ciudades más grandes del mundo. La medicina tradicional, al mismo tiempo ancestral y moderna, continúa practicándose de manera cotidiana, según un estudio de Arturo Argueta Villamar, adscrito al Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con sede en Cuernavaca, Morelos.
Con una investigación que tiene su antecedente en el Atlas de las plantas de la medicina tradicional mexicana, el cual presenta mil monografías sobre plantas de uso tradicional en diferentes regiones y cubre todo el país —excepto la ciudad de México—, el estudio en esta entidad era un tema pendiente del que, afirma el investigador, existía la idea de que al tener una cobertura de servicios de salud oficiales tan amplia, la medicina tradicional tendría poca presencia y relevancia.
En un trabajo conjunto con Carlos Zolla Luque, la investigación quedó plasmada en el libro Plantas medicinales de uso tradicional en la ciudad de México, presentado este 2015.
"Lo que encontramos es que hay una cantidad enorme de médicos tradicionales en esta ciudad, en parte migrantes, que han venido de diferentes regiones del país, y también que la medicina tradicional del Valle de México en este momento se encuentra vigente en las delegaciones de Xochimilco, Tláhuac, Milpa Alta, Magdalena Contreras, Tlalpan, las zonas del Ajusco, prácticamente toda la zona sur de la ciudad, y además se expresa en los 320 mercados fijos, así como en los tianguis temporales, muchos de los cuales se visitaron, en donde siempre hay uno y hasta cinco puestos de venta de plantas medicinales", afirmó el investigador.
Para Argueta Villamar, fue "una gran sorpresa" encontrar que la medicina tradicional y herbolaria en la capital del país permaneciera vigente y actual, lo que a su juicio, constituye un acontecimiento relevante.
Naturaleza, cultura y sociedad
La investigación fue realizada entre 2009 y 2011, culminó con la publicación del libro en 2014 y contó con el apoyo del Seminario de Investigación sobre Sociedad del Conocimiento y Diversidad Cultural de la UNAM y la Red de Etnoecología y Patrimonio Biocultural que forma parte de las redes temáticas del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), quienes estuvieron a cargo de la edición y publicación del libro.
Se trata de un estudio con trabajo de campo tanto en zonas rurales como urbanas de la ciudad. "Recordemos que el Distrito Federal tiene en su extensión alrededor de 55 a 60 por ciento de zonas rurales. La zona urbana, aunque parezca lo contrario, es menor que la rural, forma parte del suelo de conservación de la misma. Entonces, de forma afortunada, ahí se mantiene una gran cantidad de esos recursos herbolarios y por supuesto muchos otros que vienen de fuera de la ciudad de México", afirmó el especialista.
Abordada desde una perspectiva etnobiológica —disciplina que articula la biología y la antropología—, la investigación tuvo como punto de partida elementos de la antropología médica para entender los procesos de atención, curación y de la relación médico-paciente.
"En general, partimos de lo que hemos denominado las articulaciones entre naturaleza, cultura y sociedad. Nuestro marco teórico es entonces inter y transdisciplinario”, expresó Argueta Villamar.
De esta forma trabajaron sobre una amplia lista de plantas que tenían prevista, y en la obra explican 52 de ellas, cada una con sinonimia del nombre más común, nombre en lengua indígena, en latín, datos botánicos y ecológicos, localización en el Valle Central, información etnobotánica, datos históricos de su uso, datos farmacológicos o clínicos y su toxicidad, cuando existió información de ello.
"Se ha encontrado que se utilizan plantas de fuerte estirpe mesoamericana prehispánica, por ejemplo, el árnica, los cabellitos de elote, el cempasúchil, el cuachalalate, el epazote, la escobilla, el estafiate, la flor de manita, todas referenciadas en el libro con su nombre científico y que son de uso ancestral en nuestro país", afirmó el investigador.
Incluyen además información que no habían agregado en sus anteriores publicaciones, que tiene que ver con el costo de los ramos de plantas y que registraron de los mercados recorridos en toda la ciudad.
Saberes vivos
La investigación está basada esencialmente en entrevistas a médicos tradicionales de la ciudad, por lo que trabajaron en coordinación con la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades del Distrito Federal (Sederec).
"A través de la secretaría pudimos acceder a 35 médicos tradicionales, más mujeres que hombres. En muchos casos fuimos a sus propias casas de salud, que ya están establecidas; pudimos acceder a sus huertos de plantas medicinales, a sus áreas de sembradío, a los temazcales, incluso a zonas donde ellos están sembrando plantas que están en peligro de desaparecer por ser usadas intensamente y que han sido extraídas de su zona natural; nos percatamos que también están haciendo tareas de conservación y resiembra", explicó.
En la obra, algunos de los médicos tradicionales fueron considerados como coautores y colaboradores, igual que los vendedores. "Ese enfoque de la investigación de participación nos es cada vez más interesante para trazar relaciones de horizontalidad y colaboración con este gran grupo de médicos tradicionales que uno encuentra en todas las comunidades y ciudades del país. En el libro, los testimonios de los médicos tradicionales entrevistados y de los vendedores de plantas medicinales nos permiten conocer de viva voz sus ideas, conocimientos, uso de las plantas, incluso cómo aprendieron a curar, lo que para nosotros constituyen saberes vivos".
Razones económicas o culturales
El porqué ha perdurado el uso de plantas medicinales en la actualidad es, a consideración de Argueta Villamar, un tema de gran controversia en el ámbito de la antropología médica.
"Por ejemplo, hay autores que han señalado —como Gonzalo Aguirre Beltrán— que es un tema económico, es decir, que la medicina tradicional se mantiene porque oferta recursos de bajo precio y por lo tanto acude a ella gente que no tiene recursos para asistir a la medicina alopática. Para nosotros, y lo hemos confirmado, se trata de un asunto del área de la cultura, no de la economía".
Reconoció que existe una fuerte tradición cultural mesoamericana y un sistema de conocimiento y prácticas indígenas muy arraigadas que se conservan "no sin cambios, no sin rupturas ni quiebres, y procesos de negociación y adaptación, pero que se mantienen hasta el día de hoy".
Porque además, aseguró que una gran cantidad de los medicamentos tradicionales son plantas que se usaban desde hace 600 años, o más, lo que refiere una importante tradición cultural que confía en esos recursos para atender ciertos padecimientos.
En este sentido, han identificado que hay un considerable número de pobladores de las regiones tradicionales de la ciudad, que son quienes acuden a esta medicina.
"Lo notable que hemos observado es que una buena cantidad de la población mestiza, urbana, de colonias como la Del Valle, San Ángel, Mixcoac, están acudiendo cada vez más a la medicina tradicional. Es decir, esta medicina está ganando adeptos en personas que hace una, dos o tres generaciones ya no acudían a ella para atenderse".
Hacia los sistemas mixtos de salud
Según se refiere en el Atlas de las plantas de la medicina tradicional mexicana, todos los pueblos del mundo han usado las plantas medicinales para atender sus problemas de salud y una gran mayoría, desarrollados y en desarrollo, siguen haciendo uso de ellas en la actualidad. Las plantas medicinales son el recurso material más amplio y valioso de la medicina indígena tradicional. Su estudio, se afirma, es un tema recurrente en la historia de México, además de una tarea muy compleja si se piensa en la enorme riqueza cultural y florística del país: tercero en el mundo en biodiversidad y segundo en el hemisferio occidental en lenguas y culturas distintas. El atlas reúne mil monografías sobre plantas de uso tradicional en diferentes regiones del país y cubre toda la república. En 2009 se digitalizó y ahora se encuentra en una base de datos de acceso libre y gratuito que incluye esas mil plantas medicinales publicadas primero en tres tomos, pero que de manera digital presenta otras obras como el Diccionario enciclopédico de la medicina tradicional mexicana y Flora medicinal indígena de México, que son obras bilingües de diversos pueblos indígenas del país, y un censo completo sobre medicina tradicional indígena en los diversos pueblos de México, a través de una encuesta. |
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), el uso de la medicina tradicional sigue estando muy extendido en los países en vías de desarrollo, mientras que el uso de la medicina complementaria y alternativa aumenta rápidamente en los países desarrollados.
El organismo afirma que la medicina tradicional se utiliza de manera amplia y es un sistema sanitario que crece muy rápido y con una gran importancia económica. En África, hasta 80 por ciento de la población la utiliza para ayudar a satisfacer sus necesidades sanitarias. Según la instancia, en Latinoamérica y Asia las poblaciones la siguen utilizando, precisamente, como resultado de circunstancias históricas y creencias culturales.
"Lo más viable para una sociedad como la mexicana, que ha mostrado tener una enorme riqueza cultural y un gran conocimiento sobre sus recursos herbolarios, es dar pasos firmes hacia la legalización completa de la medicina tradicional, ya prevista tanto en el artículo 2 de la Constitución mexicana, como en la Ley Federal de Salud, y en muchas constituciones estatales de este país, en algunas de las cuales ya está reconocida y legalizada", reflexionó el especialista.
A su consideración, se debe transitar a una legalización y reconocimiento pleno de la medicina tradicional para establecer sistemas mixtos de salud, en donde el paciente acuda a una u otra medicina, según sus intereses y su propia decisión.
"Si bien ya hay en este momento un proceso de legalización, nosotros lo que hablamos es un reconocimiento pleno, no solo al recurso terapéutico, en este caso plantas y recursos como el temazcal, entre otros, sino también una legalización y un reconocimiento pleno a la labor de los médicos tradicionales indígenas: una buena cantidad de mujeres y hombres que guardan el enorme tesoro de un sistema de saber, de los más importantes en la tradición mesoamericana", manifestó.
Para Arturo Argueta Villamar, existe una validación histórica en el uso de plantas medicinales que se ha ido corroborando también científicamente en el laboratorio, "cada vez se encuentran más confirmaciones de que el uso es correcto, damos un paso en ese proceso; pero en principio hay que confiar en que si tienen un uso tan antiguo, tan ancestral, han sido ya validadas históricamente".
Jorge Arturo Argueta Villamar es doctor en Ciencias (Biología) por la UNAM. Es investigador en el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM; pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel I. Fundador y actual coordinador de la Red Temática de Etnoecología y Patrimonio Biocultural, una de las 37 redes temáticas nacionales que son apoyadas por el Conacyt. Fue presidente de la Asociación Etnobiológica Mexicana (2012-2014) y de la Sociedad Latinoamericana de Etnobiología (2012-2015). Ha sido distinguido por la Sociedad Botánica de México y con el Primer Premio “Fray Bernardino de Sahagún”, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Sus temas de interés son los sistemas de saberes indígenas, las relaciones sociedad-naturaleza, la historia de las ciencias, la epistemología de las etnociencias, los saberes locales y el diálogo de saberes. |
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