Castración química, la ciencia del castigo
Boletín de prensa
7583/2018
Ciudad de México. 28 de junio de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- Cuando Alan Turing fue acusado de homosexualidad, de nada le valió ser un reconocido científico ni ser miembro de la Royal Society. En 2013, la reina Isabel II le concedió el perdón real y el día de hoy, el matemático inglés es reconocido por ser uno de los padres de la computación y por su trabajo descifrando códigos nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Pero en 1952 fue sentenciado por el delito de gross indecency o indecencia grave y se le dio a elegir entre la cárcel o un nuevo procedimiento médico para tratar las desviaciones sexuales: la castración química.
Alan Turing se decidió por la castración química y gracias a eso pudo seguir trabajando, pero sufrió los efectos secundarios del procedimiento médico. Comenzó a subir de peso, a desarrollar senos y a mostrar síntomas depresivos. En 1954, Alan Turing murió por envenenamiento con cianuro, algunas hipótesis afirman que se suicidó.
Hasta ahora, la castración, tanto química como quirúrgica, se sigue utilizando como castigo para los criminales. Pero ahora para los criminales sexuales, sobre todo para violadores reincidentes o pedófilos.
Por ejemplo, en Texas, Estados Unidos, entre 1997 y 2005, tres criminales sexuales fueron castrados quirúrgicamente. En la República Checa, entre 1998 y 2008, a 98 criminales sexuales se les extirparon los testículos.
En algunos países, la castración se ofrece como un tratamiento voluntario y se permuta por el encarcelamiento, pero en otros países, dependiendo la falta, la castración química o quirúrgica, aunada a la privación de la libertad, es obligatoria.
AN/AT/FV/7583/2018