El mundo necesita nuevas utopías: Felipe Giraldo
Boletín de prensa
7766/2018
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. 30 de julio de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- En Nausicaä del Valle del Viento —un manga llevado al cine en 1984 por el entonces naciente Studio Ghibli—, de Hayao Miyazaki, asistimos al espectáculo de un mundo futuro levantado penosamente sobre la catástrofe dejada por la industrialización, mil años atrás. No obstante, sus imágenes cautivan enseguida la imaginación, porque muestran un planeta donde todo coexiste: lo antiguo y lo moderno; los molinos de viento y las máquinas voladoras; las espadas samuráis y las armas de tecnología avanzada; los paisajes bellamente cultivados para la obtención de alimentos y una flora desconocida con propiedades tóxicas. La intuición y la ciencia. La tradición y el progreso, dos visiones que a lo largo de esa historia a veces dialogan y otras tantas, se enfrentan.
El mundo real, por cierto, no es tan distinto del de la ciencia ficción. Tampoco menos seductor ni inquietante. Igual que en Nausicaä, los discursos dominantes de hoy, alrededor de la tecnología, el progreso y la modernidad, suelen chocar de frente con el de las culturas tradicionales. La disputa, sin embargo, no es solo argumentativa, sino que ocurre en (y por) el territorio. Y sus huellas pueblan el paisaje: en forma de , de extracción minera, de privatización y falta de agua, de pueblos desplazados.
¿Cómo armonizar las necesidades humanas (energía, alimentación, transporte) con el deseo de justicia económica, social y ambiental? ¿Cómo tener celulares y computadoras sin los desastres ambientales que conlleva la minería? ¿Cómo generar energía sin dañar el planeta? ¿Cómo producir alimentos para siete mil millones de habitantes, preservando la diversidad biológica y cultural del mundo?
Las respuestas —considera el doctor Felipe Giraldo Palacio, investigador comisionado del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur)—, pueden estar en nuestras aspiraciones como especie. En las utopías que perseguimos. En los espacios que habitamos. En los paisajes donde nos desenvolvemos. En nuestra forma de habitar el mundo: nuestro modo de vivir, de alimentarnos y de imaginarnos. De ser humanos.
ACH/SP/FV/7766/2018