Bruce Yee: un becario que trabaja en la "torre de Babel"
Por Verenise Sánchez
México, DF. 23 de marzo de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- Desde hace 45 años, cuando se creó el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), las becas han jugado un papel preponderante en la preparación de recursos humanos altamente capacitados.
Actualmente, poco más de 57 mil jóvenes son apoyados con una beca del Conacyt para que continúen sus estudios de posgrado.
Uno de esos becarios es el sinaloense Bruce Yee Rendón, quien a sus 30 años de edad ya se "codea" con ganadores de Premios Nobel y con científicos muy destacados a nivel mundial que trabajan en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés).
Yee Rendón, quien próximamente realizará un posdoctorado en el Laboratorio de Aceleradores del High Energy Accelerator Research Organization (KEK), en Tsukuba, Japón, compartió en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt cómo surgió su interés por la ciencia y a qué retos se ha enfrentado.
La curiosidad, el motor
“Desde pequeño siempre sentí la curiosidad de saber más de las cosas. Rompía los juguetes para saber de qué estaban hechos y cómo funcionaban. También me encantaba leer libros y revistas”, narró.
Desde los 11 años supo que quería estudiar física, debido a la influencia de sus hermanos mayores: Cristo Manuel y Ana Julia, quienes son doctor y maestra en Física, respectivamente. “Siempre me gustó la física, pero fue por ellos que realmente se convirtió en mi pasión”, dijo.
Señaló que su amor por la física de aceleradores, que lo ha llevado a participar en el LHC, surgió en 2006 durante su primera visita al Departamento de Física del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
“Realicé estancia con el doctor Ricardo López Fernández y me comentó de la necesidad de impulsar la especialidad de física de aceleradores, la cual es crucial para los experimentos de altas energías y en ese tiempo aún no estaba formada esa área en el país. Fue López Fernández quien me invitó a unirme el reto de trabajar y tratar de impulsar esa disciplina en México”, recordó.
La naturaleza de esta área de la física lo llevó al LHC, lo cual calificó como una de las experiencias más difíciles de su vida, pero al mismo tiempo importante y gratificante: “Aprendí mucho y fue muy motivante trabajar codo a codo con las personas que son consideradas las expertas a nivel mundial”.
Destacó que su participación en dicho proyecto internacional fue dentro del Departamento del Haz de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN, por sus siglas en francés), en donde en conjunto con colegas de otros países realizó estudios y protocolos de protección de la máquina para fallos de Crab Cavities para el esquema de alta luminosidad del LHC.
“Estos estudios son simulaciones de los fallos rápidos de las cavidades crab para evaluar las pérdidas que se provocan en el acelerador y ver si estamos preparados para una posible falla. Hemos sido los primeros en publicar resultados de las simulaciones de los fallos de Crab Cavities, utilizando la distribución del haz más realista hasta ahora”, explicó.
Un día en la torre de Babel
El joven científico mexicano dijo que vivir un día de trabajo en el Gran Colisionador de Hadrones es agotador porque son jornadas de más de 15 horas, pero muy reconfortante: “Es como estar en la torre de Babel”.
“Generalmente, diario se tienen dos reuniones agendadas que se pueden convertir en más a lo largo del día. En ellas se presentan los nuevos avances, los cuales son discutidos de manera detallada; esto genera un ambiente propicio para el desarrollo científico de todos los asistentes, ya que conocemos las opiniones y recomendaciones de todos los expertos”, comentó.
Destacó que estas reuniones pueden durar más de tres horas, dependiendo de la relevancia del tema que se está debatiendo. Al terminar las juntas, la mayoría de los investigadores regresan a sus oficinas o van a almorzar, dependiendo de sus ciclos circadianos y sus cargas de trabajo.
“A la hora del almuerzo, la cafetería parece una gran torre de Babel; uno puede escuchar diferentes idiomas, también se tiene la oportunidad de interactuar con personas de distintas nacionalidades, lo cual enriquece la cultura general y uno aprende costumbres de otras regiones”, manifestó.
Destacó que por lo regular, alrededor de las cuatro de la tarde los investigadores van a la cafetería por un café. “A esta hora se encuentra un ambiente más relajado para conversar del trabajo o de otros temas. No tenemos un horario de salida fijo, esto dependerá de la cantidad de trabajo o si se presenta otra junta. Es común salir ya entrada la noche y poder ver las luces de otras oficinas encendidas con colegas que siguen laborando, esto motiva a dar un esfuerzo extra día con día para aportar más al proyecto”, relató.
Aportes a México
Luego de cursar su maestría y doctorado en física de aceleradores, Yee Rendón busca realizar transferencias de la experiencia y conocimiento adquirido durante sus estancias en el LHC, a estudiantes e investigadores mexicanos.
Esto lo piensa hacer en el Centro de Excelencia en Física Medica Nuclear (CEFMN), en donde se encargará de la selección, instalación y análisis de funcionamiento del ciclotrón con el que se realizarán terapias de protones para combatir el cáncer –algo novedoso a nivel mundial– y la producción de radioisótopos.
Asimismo, también colaborará en el desarrollo de una Pistola de Electrones de Baja Energía (PEBE), que el investigador Ricardo López Fernández realiza actualmente en el Departamento de Física del Cinvestav.
“En este proyecto ayudaré a realizar pruebas para obtener experiencia en hardware de aceleradores. Ahora estamos en el proceso de ensamblaje y de limpieza del tubo del haz. Se espera que en unas semanas más podamos comenzar las pruebas con la pistola”, dijo.
Asimismo, con la participación en este proyecto el investigador busca contribuir a que más estudiantes se interesen en esta especialidad de física de aceleradores, pues señaló que para que esta disciplina y la ciencia en general tengan mayor desarrollo, se debe impulsar una cultura científica en el país.
“Los científicos debemos fomentar la ciencia, la tecnología y la innovación en el país, tenemos que acercar lo que hacemos a la sociedad, para que esta reconozca la importancia de tener un país que haga investigación y desarrollo”, recalcó.
Conacyt, un pilar en la formación de científicos
Yee Rendón destacó que además de sus profesores, otro elemento que fue fundamental en su capacitación en física de aceleradores fue el Conacyt, ya que esta instancia confió en su potencial y lo ayudó a adquirir todo el conocimiento que ahora tiene, a través de becas.
“Conacyt fue crucial para poder realizar mis estudios de posgrado. Los costos que genera realizar una maestría o doctorado son muy altos, yo no hubiera podido pagarlos. Además, el área de mi especialidad requiere instalaciones con aceleradores de partículas en donde se puedan realizar investigación, equipos que son muy costosos y que no hay en el país”, manifestó.
Aplaudió que el Conacyt haya incrementado en los últimos años el número de becarios, porque resaltó que los jóvenes mexicanos tienen muchas ganas de aprender y de innovar para impulsar el desarrollo del país, y lo que necesitan en muchas ocasiones es solamente un apoyo que los impulse a salir adelante.
Recomendó a los jóvenes que aún no deciden qué carrera estudiar, que se inclinen por una científica o tecnológica; ya que, aseguró, “son una gran aventura y te mantienen interesado y sorprendido todo el tiempo”.
Además, subrayó la importancia de que en nuestro país “los jóvenes tenemos apoyos, a través de becas, para prepararnos con un posgrado, ya sea en México o en el extranjero”.
Bruce Yee es uno de los miles de jóvenes que con el apoyo de una beca Conacyt han logrado poner en alto el nombre de México en materia de ciencia o tecnología, y aún vienen más generaciones de futuros científicos y tecnólogos que seguramente harán lo mismo en diversas disciplinas.
Ya lo han dicho varios investigadores mexicanos como Mario Molina: los jóvenes son el motor de la ciencia, e invertir en ellos para darles becas es impulsarlos para “volar” muy alto.
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