La indígena que decidió ser abogada para ayudar a su comunidad
Por Verenise Sánchez
México, DF. 10 de septiembre de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- Originaria de una comunidad del municipio Ometepec, Guerrero, Flora Santiago decidió a los 14 años de edad dejar su pueblo para viajar a la ciudad de Acapulco para estudiar y tener las “armas” necesarias para ayudar y defender a sus paisanos.
Pese a los retos que enfrentó, hoy en día Flora es una abogada exitosa, ha trabajado como intérprete de la lengua amuzga en varios juzgados de Acapulco y actualmente, con apoyo de una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), realiza una maestría en Gestión de Desarrollo Sustentable en la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro).
En busca de una vida mejor
Cuando Flora tenía 14 años sus papás decidieron dejar sus tierras para viajar a Acapulco en busca de una vida mejor que les permitiera a sus seis hijos estudiar más que la primaria, relató.
“Salimos para buscar una vida mejor pero nuestra sorpresa fue que nos topamos con una vida más difícil porque nadie de mi familia hablaba español, no conocíamos a nadie, nadie nos ayudaba. Fue muy difícil acostumbrarnos a la vida de la ciudad porque no es la misma cultura ni las tradiciones ni la comida”.
Indicó que ella, junto con sus tres hermanos mayores, comenzaron a buscar trabajo, lo cual no fue nada fácil ya que como no hablaban español, nadie les hacía caso.
“Nadie nos quería dar trabajo, yo era menor de edad y no hablaba español, pero tuve suerte y me encontré con una señora que hacía el aseo en los departamentos del fraccionamiento Copacabana y me pidió que la ayudara, en ese entonces yo ganaba alrededor de 20 pesos al día”.
Recordó que un día le llamaron la atención a la señora que la contrató porque Flora era menor de edad, “ya no me querían dejar trabajar pero les rogué, les dije ‘yo necesito el trabajo para poder seguir mis estudios, yo trabajo y estudio’, como que no me creyeron que estudiara porque era indígena, pero al final me dejaron seguir trabajando”.
Perseverancia, la clave del éxito
Dos de sus hermanos mayores le abrieron camino en el ámbito académico ya que uno estudió Derecho y el otro Psicología; sin embargo, muchas veces pensó en abortar la misión y dejar la escuela.
“Hubo muchas veces que decía 'ya no voy a estudiar porque es muy difícil', me levantaba antes de las cinco de la mañana para ir a trabajar, después me iba a la escuela y regresaba a casa después de las 10 de la noche, pero después me tranquilizaba y ese esfuerzo y sacrificio lo tomaba como motivación para echarle más ganas”.
Recordó que en los departamentos en que trabajaba haciendo el aseo se encontraba con mujeres “muy distinguidas y preparadas” y ella decía, “un día quiero ser como ellas, quiero salir adelante para que el día de mañana pueda ser alguien”.
De esta manera y aunque estuviera cansada o desvelada, se levantaba muy temprano para ir a trabajar y a la escuela, pues decía que era un día menos para alcanzar la meta.
“Yo veía que a muchos de mis compañeros sus papás los iban a dejar y les compraban su ropa, sus zapatos y todo lo que necesitaban para ir a la escuela. En cambio a mí mis papás nunca pudieron comprarme una mochila o unos zapatos, pues mi papá es albañil, y no gana un buen salario, y mi mamá hace huipiles y ropa artesanal, lo cual tampoco es muy bien remunerado, pero creo que todo eso me hizo echarle más ganas a la escuela. A mí nadie me presionaba, yo nunca sentí la obligación de ir a la escuela, yo iba porque quería, mi único compromiso era conmigo misma”, expresó.
Defender los derechos de los indígenas
En el último semestre de la preparatoria, Flora Santiago decidió que estudiaría Derecho para poder defenderse a sí misma y poder ayudar a otros indígenas.
“Los abogados y muchas dependencias menosprecian y luego quieren hacer tontos a los indígenas o a las personas que no saben leer, escribir o hablar español. Aquí en Guerrero hay muchas personas indígenas que no hablan castellano y por eso no pueden declarar y son acusados de delitos que no cometieron”.
Cuando terminó la carrera entró a trabajar en una asociación civil, “ahí aprendí muchísimo, aprendí cómo usar una computadora porque no sabía utilizarla bien; asimismo, fungía de intérprete de la lengua amuzga en los juzgados de la región”.
Pese a que ya había logrado terminar su licenciatura y tenía un trabajo, para ella no era suficiente, quería aprender más y más, diversificar su conocimiento para tener más herramientas para ayudar a más personas.
“Decidí seguir estudiando, pero ahora quería hacer una maestría en Gestión para el Desarrollo Sustentable. Dije ‘tengo que aprender a hacer más cosas, no me puedo quedar en lo mismo’”.
Señaló que como parte de sus estudios de maestría piensa presentar el proyecto de una casa para migrantes en Acapulco. “A Acapulco vienen muchas personas, ya sea a atenderse en hospitales o a realizar algún trámite, y llegan a una ciudad donde nadie los ayuda, al contrario, los discriminan, por eso quiero que en esta casa se les oriente y apoye”.
El Conacyt y los posgrados
Destacó que el Conacyt ha sido un aliado muy importante para que continúe con sus estudios de posgrado. “El Conacyt tiene varios programas para apoyarnos a las mujeres y a los indígenas a seguir preparándonos”.
Subrayó que recientemente ella y otras 19 mujeres indígenas más viajaron a Canadá a realizar un verano científico en la Universidad McGill, en Quebec.
“Nos fue muy bien, el Conacyt nos apoyó mucho, nosotras no pusimos ni un peso, y en la Universidad McGill nos recibieron muy bien, nos enseñaron muchas cosas, entre ellas a perfeccionar nuestro inglés”.
Consideró que este tipo de programas de apoyo a los indígenas es muy importante porque “hay mucha gente indígena talentosa que quiere superarse pero no sabe que hay ese apoyo, que sí existen oportunidades para salir adelante y poder ayudar a nuestra comunidad para que sea y viva mejor”.
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