Conocer y compartir, las pasiones de Martín Bonfil
Por Verenise Sánchez
México, DF. 21 de octubre de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- Con la gran sonrisa que lo caracteriza, Martín Bonfil Olivera, uno de los divulgadores mexicanos más destacados, señaló que la gran pasión que lo mueve todos los días es conocer y compartir lo que aprende.
Reveló que desde que comenzó a estudiar la carrera de Química Farmacéutico Biológica, en la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), descubrió que su amor por la ciencia iba más allá de hacerla, él soñaba con difundirla para que más gente, principalmente aquella que no estaba familiarizada con la investigación y el desarrollo tecnológico, conociera todas las maravillas que se hacen en los laboratorios y cómo estas impactan en la vida diaria de las personas.
Vocación desde la cuna
Esa chispa inquietante por conocer más de ciencia y tecnología surgió cuando era pequeño, pues proviene de una familia de médicos y maestros y de manera casi natural siempre estuvo en contacto con literatura científica.
“Vengo de una familia de médicos, desde mi tatarabuelo por parte de mi mamá era doctor, mientras que por parte de la familia de mi papá casi todos son maestros, de hecho mi abuelo fue subsecretario de Educación Pública y presidente de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos”, relató.
Además del ambiente familiar, Martín ya traía en las venas esa pasión por conocer nuevos “mundos científicos” ya que, a diferencia de sus amigos e incluso de sus hermanos, prefería quedarse a leer libros o enciclopedias que salir a jugar.
“En mi casa siempre hubo libros de ciencia, en lugar de salir a jugar yo me quedaba a leer enciclopedias o novelas, era un nerd total, y en algún momento se me antojó escribir libros como esos”.
Así fue como comenzó su vocación científica y de divulgación, narró sonriente y emocionado el autor del libro La ciencia por gusto, una invitación a la cultura científica.
De la ciencia a la divulgación solo hay un paso
Recordó que mientras estudiaba la licenciatura hubo un momento que creyó que quería ser investigador, principalmente porque estaba muy enamorado de una joven que estudiaba lo mismo que él, pero en la Universidad de Oxford, en Inglaterra.
“Mi plan era ser investigador, hacer una maestría en Inglaterra y vivir con ella muy felices para siempre, pero ese plan no funcionó porque era amor de lejos”, relató.
Así que al concluir la licenciatura comenzó a estudiar una maestría en Bioquímica vegetal en la UNAM; sin embargo, a unos cuantos meses de que iniciara su posgrado se convenció de que lo suyo era la divulgación.
“Quedó claro para mi tutor Jorge Manuel Vázquez Ramos, quien hoy es director de la Facultad de Química de la UNAM, y para mí que lo mío no era la investigación porque ponía mis experimentos a correr y me iba a la biblioteca a leer revistas de divulgación científica y cuando regresaba el experimento ya se había pasado de tueste, así que quedó claro que mi camino no era la investigación”.
Aunque no se dedicó a la química, ama su carrera porque le ayudó a adquirir las herramientas necesarias para hacer divulgación científica, indicó Bonfil Olivera, quien ha colaborado para varios medios de comunicación como La Jornada, Milenio, La Crónica y Reforma, entre otros.
En 1990 entró a trabajar a lo que en ese entonces era el Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia de la UNAM, que hoy es la Dirección General de Divulgación de la Ciencia, para trabajar en el proyecto del Universum, Museo de las Ciencias.
“Necesitaban muchos investigadores jóvenes, egresados de una carrera científica, que pudieran ayudar a los responsables de cada sala” del nuevo museo de ciencia. Fue así que comenzó su trayectoria de divulgación que actualmente es de 25 años.
Divulgar para qué
Respecto a la relevancia que tiene la divulgación científica para una nación, Bonfil Olivera señaló que esta “es vital porque la ciencia y la tecnología son las fuerzas que determinan mucho de lo que pasa en todas las sociedades del mundo, tanto a nivel económico, político y militar. Todo tiene que ver con ciencia y tecnología”.
Subrayó que los países más desarrollados son precisamente aquellos que tienen mayor número de científicos, hacen más investigaciones y tienen más desarrollos tecnológicos.
Por tal razón, “en un país como el nuestro urge que los ciudadanos conozcan la ciencia y la aprecien, es decir, que se den cuenta de que es importante y que nadie puede decir que no le importa”.
Subrayó que hay cosas básicas de ciencia que todas las personas deberían saber, así como todo mundo debería conocer la manera de pensar y razonar científicamente a través de evidencias, ya que “entre más entiendan nuestros ciudadanos esa manera de pensar y tengan una mayor cultura científica, mejores ciudadanos van a ser y habrá más jóvenes que quieran estudiar carreras científicas. Entre más se difunda el conocimiento científico y aumente el gusto por la ciencia, más oportunidades habrá de que en nuestro país florezca la innovación y de que en un mediano o largo plazo podamos dejar de ser un país de segunda o de tercera y podamos ser un país de primera”.
En relación al estatus de la divulgación científica en México, señaló que se ha avanzado bastante en las últimas décadas, aunque reconoció que aún es poca para la cantidad de habitantes que hay en el país.
“Somos pocos los divulgadores, hay pocos medios que hagan divulgación para un país de 120 millones de habitantes, pero se ha avanzado mucho; si tú comparas lo que había en los años 70 o 90, claramente hoy en día hay más comunicadores, cada vez mejor preparados”.
Deseó que en los próximos años crezca el número de publicaciones, programas radiofónicos y televisivos de divulgación científica, además de que aumente su alcance e impacto.
Pasión, el ingrediente principal para hacer buena divulgación
Señaló que para aumentar el impacto, la divulgación debe atrapar y mantener cautivo a su público y para que esto suceda se debe contar una historia “sabrosa”. Para ello es indispensable que el divulgador le imprima interés y pasión a su trabajo.
“No hay tips ni recetas para contar una buena historia… Yo creo que el primer requisito para divulgar la ciencia es el entusiasmo, si a uno no le gusta la ciencia y no le emociona la historia que va a narrar, no la va a poder hacer interesante. Hay que buscar la parte que nos emociona y a partir de ese enfoque contar la historia; por supuesto si uno encuentra el lado humano, se hace más atractiva, no es lo mismo decir que se encontró una partícula subatómica muy importante, a decir que un señor estuvo 30 años luchando para que le dieran dinero para construir la máquina con la que descubrieron esa partícula”.
Destacó que el gran desafío para él como divulgador es “atrapar a aquellas personas que no les interesa la ciencia, aquellas que leen El libro vaquero o revistas de chismes, ese es el reto, llegar e interesar a ese público”.
Hacia el futuro
Con 50 años de edad y 25 de una prolífica trayectoria de divulgación, Martín Bonfil señaló que en los próximos años quiere publicar una serie de libros acerca del arte de divulgar la ciencia, la tecnología y la innovación.
“Me falta sistematizar la experiencia que he tenido, tengo como tres o cuatro libros que quiero escribir y cada año digo que otra vez me la pasé haciendo cosas de la rutina de la vida diaria y no me di tiempo para escribir ese libro que quiero hacer”.
Con una gran sonrisa asegura que, aunque no es un jovenzuelo, aún tiene muchas fuerzas y sobre todo mucho entusiasmo para seguir con sus pasiones que son conocer y compartir.
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