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La salud de los migrantes en su paso por México

Boletín de prensa

6838/2018

Puebla, Puebla. 12 de febrero de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- Andrés cojea. Fue una noche difícil, como muchas. Al tratar de bajar del tren en que viajaba con otros tres compañeros migrantes, fue atacado por unos perros. Su pierna izquierda tiene las heridas semicirculares expuestas, tierra mezclada con incipientes costras de sangre, otras más profundas aún lagrimean gotas rojas que se impregnan en su pantalón.

Son las 11 de la mañana, junto con sus compañeros descansa a las orillas de un cruce de vías en la zona cercana a la Central de Autobuses (Capu), en el norte de la capital poblana, un sitio peligroso para los migrantes por los constantes asaltos.

Andrés es originario de Puerto Madero, Chiapas, tiene 35 años pero aparenta una década más. Su desnutrición es evidente, 1.65 metros de altura contra no más de 60 kilos. Su cara tiene diversas cicatrices; su piel oscura refleja muchas horas bajo los rayos de sol y las grietas en sus labios evidencian su deshidratación.

“¿No tiene agua oxigenada para que me pueda lavar las mordidas?”, pregunta Andrés antes de relatar a la Agencia Informativa Conacyt que va por su tercera vez para cruzar la frontera norte y, con suerte, ahora sí encontrar un trabajo.

Él no tiene más familia que su mamá. La pobreza ha sido una constante. Un día decide aceptar “apoyo” para cruzar la frontera, no le cobrarían y además ganaría mil 200 dólares por pasar a Estados Unidos una mochila con 12 kilogramos de mariguana. El destino era Tucson, Arizona. Así lo hizo, los riesgos fueron muchos y cuando llegó el momento del pago las cosas se complicaron. Solo recibió 800 dólares de lo prometido y la ventaja de seguir vivo.

La segunda ocasión, Andrés quiso viajar por su cuenta, sin “encargos”, quería probar suerte en el vecino país del norte pero agentes de Migración lo deportaron. Ahora vuelve a correr ese riesgo, con el mismo propósito.

“Cada vez es más difícil viajar en tren, hay más vigilancia y más soldados. Por eso muchos ya no llegan. Lo mejor es esperar de noche para que no te vean. Desde ayer estamos aquí (Puebla), teníamos dos días de viajar en los vagones y pensamos en descansar y después subirnos de nuevo porque, en mi caso, quiero llegar a Sonora y de ahí pasarme a Arizona, a ver si hay suerte (…) Y si me enfermo, pues pido ayuda a la gente, hay quienes son caritativos, pero como sea hay que seguirle”.

Las razones, las historias y los contextos son diversos pero generalmente el factor común se sustenta en la condición de la pobreza, la falta de oportunidades y las ganas de tener lo mínimo, lo que no hay.

Igual que Andrés, miles de migrantes merman su salud física y emocional durante su trayecto a otro país y aunque no existen cifras certeras sobre el tránsito de migrantes que tiene México hacia la frontera norte, el Instituto Nacional de Migración reportó que entre 2014 y 2016, realizó 421 mil 395 deportaciones a los países del TNC (Triángulo Norte de Centroamérica —El Salvador-Honduras-Guatemala), de las cuales 88 mil 155 fueron niños y adolescentes. A esta cifra hay que sumarle los mexicanos que atraviesan el país para buscar un mejor destino en Estados Unidos.

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DP/SP/FV/6838/2018

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