Una visión de los jóvenes sobre el narcotráfico
Por Janneth Aldecoa
Culiacán, Sinaloa. 26 de octubre de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- El 2017 fue el tercer año más violento en la historia de Sinaloa. Ese año se contabilizaron mil 534 asesinatos. El luto llegó a diferentes sectores de la sociedad. Asesinaron a docentes, abogados, médicos, enfermeras, estudiantes y también un periodista. Algunos de esos homicidios ocurrieron a plena luz del día, frente a decenas de personas, entre ellos niños y adolescentes que, una vez consumado el delito, acudían a observar lo ocurrido. En algunos casos, videograbaron la escena del crimen.
Se trata de una realidad en Sinaloa, donde habitan dos millones 966 mil 321 personas, según la Encuesta Intercensal del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) 2015. Setecientos 87 mil 536 son niños y niñas de cero a 14 años, que representan 28 por ciento de la población.
Investigadores sinaloenses decidieron estudiar qué pasa en la mente de niños y jóvenes que habitan en ese entorno violento. David Moreno Candil, de la Universidad de Occidente, campus Culiacán; Agustín Zárate Loyola, de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, y Ambrocio Mojardín Heráldez, de la Universidad Autónoma de Sinaloa, compararon cuestionarios aplicados a jóvenes de San Luis Potosí y Culiacán en los que se exploraba cómo pensaban el narcotráfico. Exploraron también el desempeño escolar de esos jóvenes en el bachillerato, y el peso de lo académico en relación a su futuro. Encontraron que, mientras que en Culiacán lo académico se pensaba mayormente como algo a corto plazo, en San Luis Potosí se pensaba como una meta a largo plazo.
“Encontramos también que en Culiacán se piensa de una manera más positiva el narcotráfico que en San Luis Potosí. Vimos que si se aumenta el desempeño escolar, se disminuyen las ideas positivas del narco; mientras disminuye el rendimiento escolar, aumentan las ideas positivas del narco”, señaló David Moreno Candil.
El estudio reflejó que para los jóvenes culiacanenses el narcotráfico era una actividad económica, parte de la cultura y resaltaban los rasgos positivos de los traficantes en mayor medida que los potosinos. Al cruzar los resultados de ambas ciudades, encontraron que los chicos de alto rendimiento en Culiacán seguían punteando más alto en el pensamiento positivo sobre el narco, que los de bajo rendimiento en San Luis.
“Aquí en Culiacán sí era un elemento presente en el entorno, que se pensaba positivamente y se relacionaba con el desempeño académico; esas eran cosas muy interesantes de lo que resultaba”.
Los mitos
Moreno Candil señala que existen diversos mitos con relación al narcotráfico. Uno de estos consiste en pensar que hay una relación entre marginación y pobreza con el narcotráfico, y que son condición para el involucramiento en el narcotráfico.
“Ahora que trabajo con niños, esas creencias están ahí, pero ya que las pones contra la realidad, te preguntas si esto es cierto. Los narcotraficantes no son pobres”, señaló.
Otro mito muy arraigado es acerca de que los narcos ayudan a sus comunidades de origen. Comenta que si bien hay evidencia del apoyo que estas personas brindan a ciertas comunidades, el apoyo no se traduce a la transformación en las condiciones de marginación en las que muchas de estas personas viven.
“Habría que preguntarnos, por ejemplo, el caso de Badiraguato, municipio icónico del narcotráfico; cuántos edificios tiene, cuántas calles pavimentadas hay, cuánto alumbrado. ¿Dónde está esa ayuda? Hay una dádiva, pero es una forma de mantener esta idea”.
Cuando se legitima la violencia
El experto indicó que estas creencias sirven para organizar y dar sentido a un fenómeno extraño. Permiten entender y vivir en una realidad marcada por la violencia.
“Cuando algo así ocurre, pensamos que a esa persona asesinada le ocurrió eso porque andaba en malos pasos. Eso se utiliza para legitimar el asesinato, la policía misma lo usa, y así la gente no demanda que se resuelva porque tenemos la creencia de que se lo merecía; es parte de otras cuestiones psicosociales y de mantener una sensación de seguridad, porque en la medida de que ese otro al que mataron, sea distinto a mí, es poco probable que me pase. Si lo matan a él es porque andaba en malos pasos. Es un mecanismo de seguridad. Esto forma parte de los artículos que publicamos”, explicó.
Las creencias, añadió, sirven para dar un sentido a la realidad y para reorganizarla. Ejemplificó que cuando una persona es asesinada, es común escuchar de los ciudadanos frases como “es que en algo andaba”, esto se utiliza para sentirse a salvo de la violencia.
“Estas frases ilustran un intento por organizar la realidad, de tal forma que nos podamos sentir seguros de ella. Al decir que la víctima 'andaba en algo', es una forma de decir 'sí se lo merece' y por default yo no, a mí no puede pasarme eso”.
La escuela
Los cuestionarios, entrevistas y grupos de discusión realizados como parte del estudio a jóvenes de Culiacán revelaban que emergían discursos o ideas en los que esforzarse en la escuela no era necesario, o bien no era la única forma de tener éxito en ella. Mencionaron que se le podía pagar a un profesor, o incluso comprar un certificado escolar. Estas apreciaciones eran seguidas por juicios negativos sobre la institución y su valor, es decir ¿para qué estudiar si hay otras formas de salir adelante? Al hacer las mismas preguntas en San Luis Potosí, el discurso de los jóvenes era distinto, para ellos la escuela representaba una posibilidad de movilidad social y de un futuro mejor.
“En San Luis Potosí, en el Colegio de Bachilleres, era un sector social marginal, era gente de bajos recursos la que asistía a esa prepa. Decían: 'Es que sé que estudiar no me garantiza nada, pero a lo mejor si estudio, trabajaré en una oficina y no en la calle”.
Relación entre narco y escuela
Según el estudio, en el discurso de los estudiantes de preparatoria en San Luis Potosí, existía la idea de movilidad social ascendente, mientras que en los jóvenes de Culiacán, no.
“No se trata de que estos últimos no tuvieran esa idea, pero al estar platicando, esa idea no aparecía; era interesante cómo allá sí y aquí, no. Vemos todos estos elementos donde observamos que este fenómeno sí incide en cómo pensamos, cómo el entorno hace que te relaciones de ciertas formas. El narcotráfico sí impacta en la escuela”.
Enfatizó que el estudio no demuestra que el estudiante que tiene un bajo rendimiento escolar lo tiene porque piensa positivamente el narcotráfico, o que piensa positivamente el narcotráfico y por eso le va mal en la escuela.
“Mis datos no me permiten decir eso, me permiten decir que esas cosas están relacionadas. Habría que hacer otro estudio de causalidad, pero ya como relación, es interesante”.
Narcotráfico, un asunto generacional
Al continuar su línea de investigación, Moreno Candil se acercó al enfoque generacional, es decir, cómo es que distintas generaciones construyen el narcotráfico y su relación con Sinaloa. Se acercó nuevamente a la memoria colectiva. Trabajó con jóvenes, adultos y con adultos mayores. Al final, la separación de esas generaciones era por momentos críticos en la historia del narcotráfico.
El experto encontró momentos cruciales. Primero, los finales de los 40, cuando el tema del narcotráfico deja de ser un asunto de salubridad para ser un asunto de procuración de justicia.
“Antes de 1947 todo lo que tenía que ver con las drogas era de salubridad. Después de ese año, se vuelve un asunto de procuración de justicia y nace la guerra contra el narcotráfico. Ya tenemos 70 u 80 años con eso. No es algo nuevo”.
Después, en los años 70, con la Operación Cóndor, se ubica la nueva generación, la posterior a los años 80.
“En los 80 hay otra ruptura: cuando matan a Kiki Camarena, cuando cae el Cártel de Guadalajara, atrapan a Caro Quintero y a Miguel Félix Gallardo; se rompe la relación que se había construido Estado-narco, y es cuando nacen los cárteles como los conocemos hoy en día, un narco más violento y visible que el anterior. Sobre todo del inicio del siglo para acá, que el reflector mediático se vuelve sobre este con la fuga de El Chapo, con el expresidente Fox; la guerra contra el narcotráfico con Felipe Calderón, y de ahí para acá”.
Jóvenes que nacieron en el contexto violento
El experto observó que el momento en que las personas de distintas generaciones recordaban su primera conciencia del fenómeno del narcotráfico, entre adultos y jóvenes, había una diferencia de 10 años.
“Mientras los adultos recordaban tener su primer contacto con esa información alrededor de los 18 años, para el caso de los jóvenes, era a los 10 años; entonces, estamos recordando tener el primer contacto con esto mucho más temprano. Si pensamos en el desarrollo humano, no es lo mismo que veas algo a los 18, que verlo a los 10 u 11 años. Para los jóvenes, el narcotráfico era parte del paisaje natural de Sinaloa. Ya era parte de la esencia, no vivieron el antes y el después, ya viven en el aquí. Expresaban mayor proximidad psicosocial”.
El narco se filtra como alternativa legítima
Moreno Candil comentó sobre otro estudio realizado en colaboración con el doctor César Burgos, investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa, y el M. C. Jairo Valdez, en el que exploraron cómo la gente objetiva el narcotráfico, es decir, cómo lo observa en su vida cotidiana, en dos escenarios que se caracterizaban por la presencia de este fenómeno, en Michoacán y Sinaloa.
La pregunta inductora era: ¿En qué palabras, costumbres o cosas ve usted el narcotráfico en su día a día? En Michoacán, hablaban del miedo, los asesinatos y la violencia; en Culiacán, hablaban de la ropa, los corridos y la prepotencia de la gente.
“En Michoacán, el narcotráfico era algo que trastoca y afecta, algo de lo que me tengo que proteger, y en Culiacán, era algo que se consume: es ropa, música, carros, forma de ser de la gente. Sí aparecían la violencia y los asesinatos, pero no era lo central”.
El experto consideró que con este tipo de respuestas no resulta sorpresivo que en Michoacán se organicen autodefensas contra el narcotráfico y en Culiacán se registren marchas a favor de algún narcotraficante detenido, como ocurrió con Joaquín “El Chapo” Guzmán.
“No hay causales. Lo que vemos es que el narco se está filtrando como una alternativa legítima. Es decir, hay circunstancias donde puedo optar por el narcotráfico. No es que los niños no quieran ser médicos o profesores, sigue existiendo eso, pero a la par, en un nivel similar está esto. Ahí es donde decimos qué está pasando, por qué esto se vuelve una alternativa viable”.
Actualmente, el científico se encuentra en el desarrollo de la investigación sobre proximidad psicosocial de niños y jóvenes al narcotráfico. Aborda la infancia y juventud en contextos de violencia y narcotráfico.
“Tratamos de entender o explorar cómo los niños y jóvenes organizan esta realidad con estos fenómenos, cómo separan y piensan esto, partiendo de que los niños son sujetos socialmente activos, no son esponjas, construyen significados, prácticas sociales, imaginarios, a partir de toda la información que fluye y circula en su entorno”, finalizó.
• Dr. David Moreno Candil
Universidad de Occidente, campus Culiacán
Departamento de Ciencias Sociales y Humanidades
Investigador honorífico del Sistema Sinaloense de Investigadores y Tecnólogos
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