Calle Fernando Altamirano
Por Aketzalli González
Con un clima seco y lluvias de verano, en la encantadora ciudad de Querétaro, hay un fraccionamiento llamado Misión de Santa Sofía localizado en el municipio de Corregidora. De las travesías del municipio, entre la avenida Candiles y la calle Rómulo Alonso se encuentra la calle Fernando Altamirano, en honor al médico y naturalista mexicano; dedicado a la clasificación, fisiología y aprovechamiento de las plantas mexicanas. Considerado pionero en estudios de farmacología y fisiología vegetal en México.
Fernando Altamirano Carbajal nació en 1848 en el actual municipio de Aculco, Estado de México. Su nombre completo fue Fernando Guilebaldo Isabel Juan José María de Jesús Altamirano y Carbajal. En 1850 se trasladó a San Juan del Rio y posteriormente, viajó con su familia a la ciudad de Santiago de Querétaro, dónde estudió en el Colegio de San Francisco Javier, llamado años más tarde Colegio Civil. Durante su formación recibió varios premios, diplomas y siempre fue reconocido por sus profesores.
Altamirano quedó huérfano a los 13 años, a finales de 1861, por lo que su educación quedó a cargo de su abuelo; el médico y botánico Manuel Altamirano, quien, además de enseñarle latín, lo instruyó respecto a cómo clasificar las plantas que recolectaban juntos en la Hacienda de la Nopalera. Así nació el amor de Fernando Altamirano por la botánica.
En 1868 se mudó a la ciudad de México para estudiar en la recién inaugurada Escuela Nacional Preparatoria. Un año más tarde, ingresó a la Escuela Nacional de Medicina. Durante su vida de universitario fue preparador de química y practicante en algunos hospitales. Después de licenciarse, en 1873, consiguió impartir las cátedras de farmacia, farmacología e historia de las drogas, en la misma sede que lo formó. Ese mismo año ingresó a la Academia Nacional de Medicina de México.
También se unió a la Sociedad Mexicana de Historia Natural, institución que le brindó la oportunidad de publicar el catálogo de la colección de productos naturales indígenas en la Exposición Universal de Filadelfia en 1876. Dos años más tarde continuó como investigador y profesor de farmacología y fisiología, publicando varios artículos en la Gaceta Médica de México y en la revista La Naturaleza, de la Sociedad Mexicana de Historia Natural. En el mismo periodo cubrió de forma interina las cátedras de terapéutica, anatomía topográfica y ginecología; y ejerció su profesión como médico en el Hospital de San Andrés.
A partir de 1888 fungió como el primer director del Instituto Médico Nacional, cargo que con gran entusiasmo desempeñó hasta su muerte. Gracias a su gestión, el instituto tuvo importantes nexos con instituciones científicas de América Latina, Estados Unidos y Europa. Se encargó también, de la participación del instituto en la Exposición Universal de París en 1889; así como en la Exposición Universal de San Luis, en 1904. Colaboró e0n diversos congresos internacionales, como el IX Congreso Internacional de Higiene y Demografía, celebrado en Madrid a inicios de 1898.
Por otra parte, instaló el primer laboratorio de fisiología de México, donde realizó investigaciones de campo en botánica médica por varias regiones del país. Algunos de sus colaboradores fueron botánicos de renombre internacional como Joseph Nelson Rose, Cyrus Pringle y George Russell Shaw. Sus investigaciones quedaron registradas en las dos revistas del instituto: El Estudio y Los Anales del Instituto Médico Nacional. Sus principales contribuciones en el campo de la farmacología, plasmadas en más de 250 artículos, exploran temas de fisiología, botánica y zoología.
Aportes a la ciencia mexicana
En 1877, el naturalista Fernando Altamirano, descubrió la presencia de un alcaloide hasta entonces desconocido, al que nombró erythroidina y que se encuentra en las semillas del colorín (erythrina coralloides). Esta sustancia química fue aislada completamente hasta 1937 por Karl Folkers y Randolph T. Majors.
Otra de sus contribuciones fue la que realizó en colaboración con Joseph Nelson Rose, en 1905. Juntos describieron una euforbiácea originaria de Guanajuato, Querétaro y Michoacán; identificada localmente como Palo Amarillo y a la que consideraron una especie nueva que nombraron Euphorbia elástica, conocida también como Euphorbia fulva. Altamirano estaba interesado en esta euforbiácea debido a su contenido de resina elástica, que él esperaba pudiera aprovecharse en la industria como caucho comercial, al igual que se venía haciendo en el norte de México con el guayule. En el Instituto Médico Nacional se llevaron a cabo varios estudios con el Palo Amarillo, hasta 1908, pero no pudo extraerse el caucho de manera que fuera rentable.
Junto al naturalista José Ramírez trabajo temas referentes a ecología y escribió, en 1894, un adelantado informe sobre remediación ambiental: Lista de los nombres vulgares y botánicos de árboles y arbustos propios para repoblar los bosques de la República, acompañados de la indicación de los climas en que vegetan y de la manera de propagarlos.
Entre sus investigaciones sobre historia de la botánica; tradujo del latín, la obra de Francisco Hernández de Toledo acerca de la historia de las plantas de la Nueva España y publicó, en 1896, el artículo: Historia natural, aplicada a los antiguos mexicanos. Además, para obtener el grado de catedrático, realizó la investigación: Contribución al estudio de la farmacología nacional: leguminosas indígenas medicinales, cuyas ilustraciones las dibujó su amigo José María Velasco Gómez.
En el campo de la zoología, descubrió en la Serranía de las Cruces, en los alrededores de la Ciudad de México, una especie de ajolote no descrita; para confirmar sus sospechas de que se trataba de una nueva especie, envió un espécimen al zoólogo francés Alfredo Dugès, quien identificó al organismo como miembro de una nueva especie y lo clasificó como Ambystoma altamirani, en honor a su descubridor.
El doctor Fernando Altamirano falleció el 7 de octubre de 1908 en La Villa, Ciudad de México, a consecuencia de una hemorragia interna, producto de la ruptura de un aneurisma de la aorta abdominal y se le sepultó en el panteón civil del Tepeyac.
En un discurso pronunciado por Julio Riquelme, el 3 de septiembre de 1948, en honor al doctor Altamirano; describió al ilustre naturalista así:
En estas líneas, un presente ofrezco al hombre ilustre, al gran naturalista que desplegó sus potentes alas y subió hasta las últimas regiones de la ciencia inmortal al hombre bueno, de alma muy noble y corazón altruista que desligado al fin, de la existencia, hundiese de la luz en las mansiones.
Fuentes:
•VILLADA, M. M. La vida de un eximio investigador científico. Dr. Fernando Altamirano. Revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, 3ª, 1912, pp. 81-84. Consultado el 16/11/17
• Acontecimientos y biografías del doctor Fernando Altamirano Carbajal.
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